El soberanismo vive días de ansiedad, de nostalgia incluso. Hace ya semanas que dura el impasse . Diría que desde la conferencia de Junqueras , a principios de diciembre, rechazando la propuesta de lista unitaria de Mas . Una propuesta que llegaba tras el éxito impensado del 9-N. La subsiguiente convocatoria electoral para septiembre confirmó que algo no funcionaba como debería. Sin duda, la situación tiene mucho que ver con el desencuentro entre CiU y ERC, cuyo origen se remonta al verano, o incluso antes: cuando Junqueras , tras pactar con Mas concurrir en coalición a las elecciones europeas, se echó atrás en solo unas horas. Es en este contexto que, por ejemplo, la decisión tomada por ICV-EUiA a favor de una Catalunya confederada con España, pero soberana y con derecho a la autodeterminación ha sido interpretada como un nuevo revés por el independentismo. A los ojos de unos, la meta de la independencia se está alejando. Augurios existen unos cuantos, el último, el sondeo de El PERIÓDICO publicado la semana pasada. Para otros, nos hallaríamos en una suerte de parada tras un gran esfuerzo. Una alto en el camino para reponer fuerzas y tomar brío. No para desandar lo andado, sino para atacar la cima. Para poder juzgar con mayor solvencia –pues el panorama político es muy fluido– habrá que esperar, sin embargo, a que se celebren las elecciones municipales del 24 de mayo. CiU y ERC tendrán que tomar entonces algunas decisiones importantes. Los segundos deberán volver sobre la propuesta de Mas de una lista conjunta y de país. Que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) advierta de que podría impulsar una candidatura propia es solo uno de los motivos que han de llevar a la cúpula republicana a reflexionar sobre si apuesta ahora y a fondo por la independencia o, en cambio, no lo ve claro y prefiere preservar sus legítimos intereses partidistas. No se entiende, por otra parte, que ERC diga estar dispuesta a entrar en un gobierno con CiU pero, por el contrario, rechace integrarse con gente de CiU y de la sociedad civil en una candidatura conjunta. CiU, por su parte, debe ver qué hace en relación a Duran . Los convergentes prefieren que sea él quien rompa la tensa cuerda, pero es previsible que este no se lo ponga tan fácil. Sea como fuere, y puesto que las elecciones al Parlament están previstas para el 27-S, no parece que CiU pueda ni deba llegar a julio sin haber resuelto la cuestión. Asimismo, CDC no puede permitirse ser identificada con la corrupción, algo que les sucede también –sin que pueda servir de excusa ni consuelo– al PP y al PSOE. CDC ha de situar en el centro de su refundación la honradez y la decencia, y demostrar con hechos que la determinación en este terreno es absoluta.