Colau versus Trias

Xavier Trias es un hombre de un optimismo connatural y persistente. Como es lógico, afrontar unas elecciones como las del 24-M le causa inquietud, pero, diríamos, lo lleva con remarcable deportividad. De hecho, confía en que será el más votado y que podrá formar gobierno, un gobierno que, repite, quiere «fuerte». Su teoría es que, si se produce –como se prevé– una gran atomización en el consistorio barcelonés, eso le ha de facilitar cerrar pactos con otras fuerzas políticas. Algo que, por otra parte, ha intentado sin éxito en estos últimos cuatro años.
A Trias no le va bien que las elecciones se planteen en clave soberanista o en clave 27-S. Teme perder votos en las zonas más templadas de la ciudadanía de la capital de Catalunya. Sin embargo, Artur Mas nada debe temer: en ningún caso Barcelona, si Trias sigue de alcalde, dejará de apoyar de forma firme y práctica –como ha hecho hasta ahora– al presidente de la Generalitat.
Tampoco le interesó a Trias en su momento, y así lo hizo saber, que se precipitara una posible ruptura con Josep Antoni Duran Lleida antes de las municipales del próximo mes. CiU, argumentó el alcalde, no se puede permitir una crisis como esta a las puertas de una contienda que en Barcelona se plantea, a priori, compleja y reñida. Por supuesto, tampoco le ayudan en nada a Trias los casos de corrupción que salpican a CiU y devalúan la escudería.
Lo que, al menos teóricamente, sí favorece a Trias es que, de forma sorprendentemente nítida, Ada Colau –y no el republicano Alfred Bosch – se haya convertido en la alternativa al actual alcalde. El radicalismo que exuda la coalición permite a Trias acomodarse en la centralidad política y puede convertirle en atractivo a ojos de aquellos votantes a quienes inquieta u horroriza que Colau y sus huestes manden en Barcelona.
Por otra parte, CiU, pero no solo CiU, confía en que Colau perderá fuerza a medida que pasen los días, ya que, estiman desde el equipo de Trias, se irán haciendo evidentes la flojedad de su discurso –que tachan de populista– y su incongruencia de fondo (de la coalición Barcelona en Comú forma parte ICV-EUiA, que tantos años ha gobernado la ciudad). En parte, la suerte de Barcelona en Comú depende de que movilice el voto desencantado (o fastidiado) refugiado en la abstención.
Tan sorprendente como la fuerte subida que, según los sondeos publicados, experimenta Ciudadanos a todos los niveles resulta la situación de ERC en la capital catalana, donde, decíamos, no consigue ser percibida como alternativa. En Esquerra se dice que su posición es en realidad mejor de lo que parece. Sea como sea, algo se ha hecho mal para que aparezca como una convidada de piedra en la batalla por Barcelona.

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