Pasen, señores y señoras. Bienvenidos al Túnel de la Bruja o, si lo prefieren, al Castillo de los Horrores. El Gobierno español y sus poderosos aliados les presentan su último espectáculo. Si les gusta que se les detenga la respiración y sentir cómo se les erizan los pelos no lo duden: grandes actores y cegadores efectos especiales les esperan.
El Gobierno español ha ido pidiendo favores a amigos y conocidos europeos. Han conseguido frases de Hollande, Cameron y Merkel. Con Obama, que no es amigo y apenas conocido, la frasecita salió cara (un acuerdo mejor sobre la base de Rota y la renovación de los pactos de defensa: lo contaba ‘El Mundo’, nada sospechosos de catalanismo).
Obsesionado en no escuchar a los catalanes, el PP le ha dado hasta el fondo a la palanca del Túnel de la Bruja. Así es que, conforme se suceden los días, más intensos y desagradables son los sobresaltos.
A parte de los consabidos actores de plantilla, como el ministro Morenés, que sacó los tanques a relucir, o los fiscales -también con sueldo público-, los populares han invitado a escena a nuevos actores (algunos de los cuales, hay que saberlo, han respondido con fervor legionario).
Asistimos, pues, a fenómenos extraordinarios, como, por ejemplo, el de unos cuantos conocidos empresarios catalanes amenazando a sus clientes. Excluyo del desaguisado al Cercle d’Economia, donde, tras agrias discusiones, acabaron tomando una posición razonable: censuran muy claramente el inmovilismo del PP y llaman, a la vez, a una consulta legal y acordada.
Lo último, la apoteosis por ahora -esta semana se espera que nos asalte aullando el gobernador del Banco de España-, es la entrada en campaña de la gran banca. También amenazan a sus clientes con las plagas de Egipto. Especulan que con la independencia quizá tendrían que sacar fuera sus sedes sociales (como si hubiera muchas en Catalunya). Añaden que igual cerrarían sucursales, lo que debe sonar a gloria a las entidades que ya se han desmarcado y a los banqueros ingleses, franceses, italianos, etcétera…
Lo grave de esto (y de todo lo mucho que no cabe en este artículo) es el intento de violentar, de torcer voluntades, de adulterar con malas artes -utilizando lo que sea, incluso las pensiones- el acto más importante que existe en democracia: el voto. Lo que está pasando es bochornoso. Una gran operación de Estado contra una parte de sus ciudadanos, algo que debería repugnar a cualquier demócrata, vote lo que vote.
Esperemos que los catalanes, que por supuesto saben que la independencia no va a ser coser y cantar, no se dejen atemorizar por el espectáculo de terror montado estos días y sepan decidir su voto libre y serenamente.