La CUP se equivocó. Esta formación, que tiene como principio que las personas no son lo importante (que aplica a sus cargos electos forzando su renovación), convirtió en argumento de campaña el no a Mas (el «odio a Mas» de Gemma Ubasart). Puro electoralismo. La CUP sabe perfectamente que los recortes -o la austeridad- no son un capricho, sino algo impuesto por la crisis, por la troika y por Madrid. Imposibles de eludir, como ha demostrado el caso griego y Tsipras. La CUP también sabe, más allá de las causas abiertas contra CDC por financiación irregular, que Mas es un hombre honrado.
Decía John Stuart Mill, uno de los grandes pensadores del XIX, que lo peor que se puede hacer en una discusión pretendidamente constructiva es descalificar a la persona. El veto a Mas es, sin embargo, un ataque ad hominem, con nombre y apellidos, pues la CUP estaría dispuesta a aceptar como presidente o presidenta a cualquier figura de Junts pel Sí, también a una convergente.
La CUP -que quizá calculaba que los de JxSí alcanzarían la mayoría absoluta- se equivocó. Mientras tanto, estos últimos deben tener en cuenta que no pueden humillar a la CUP, con quien están obligados a entenderse. Por consiguiente, es bueno que unos y otros negocien ahora, antes de echar a andar, tanto como haga falta. Jxsí puede ser flexible y pactar muchas cosas con la CUP, pero no decapitar a Mas, aunque solo sea porque tiene 52 diputados más.
CDC, por su parte, no abandonarán a su líder bajo ningún concepto. Aunque eso signifique que tengan que repetirse las elecciones, lo que probablemente no desbloquearía la situación y, en cambio, extenderían el cansancio y la desilusión entre la ciudadanía. Observemos el panorama desde la óptica soberanista e independentista. El llamado procés ha supuesto por parte del president un enorme esfuerzo y un derroche de valentía. Sin Mas el soberanismo (la demanda de una consulta) y el independentismo no habrían llegado tan lejos. Mas -y eso debiera hacer reflexionar a la CUP- concentra el odio salvaje de todos aquellos que no quieren que los catalanes decidan su futuro. Le desean lo peor por lo que ha hecho, por haber desafiado a los realmente poderosos -la verdaderacasta-, pero también y sobre todo porque librarse de él supone debilitar enormemente al soberanismo.
Los anti-independentistas (y la mayoría de independentistas) son conscientes de que Catalunya no dispone de nadie mejor que Maspara afrontar los complicadísimos tiempos que se avecinan. Por otra parte, con el president Mas se identifican (y él representa como ningún otro) las clases medias que han convertido al independentismo en lo que es hoy. Nadie es imprescindible, repiten algunos con simplismo. Cierto, pero algunos lo son más que otros.