Josep Maria Álvarez se proclamó nuevo secretario general de la UGT pese a que sus adversarios desencadenaron una vil campaña contra él por estar a favor de la autodeterminación. Ya antes del congreso, un afiliado canario le denunció ante la comisión de garantías del sindicato argumentando que defender la autodeterminación debería invalidarle como candidato. En su discurso de despedida, Cándido Méndez incluyó un elogio de la Constitución, algo que, en un congreso sindical, sonaría extemporáneo si no fuera porque de lo que se trataba era de derribar a Álvarez. El apadrinado de Méndez era Miguel Ángel Cilleros, quien se presentó ante los ugetistas como el candidato constitucional.
Los esfuerzos de Álvarez por distinguir entre apoyar un referéndum y ser independentista, que no lo es, le sirvieron de poco. Fueron muchos los medios que dieron rienda suelta a sus prejuicios, y así fue como Álvarez se convertía en “el independentista Álvarez”. José Antonio Zarzalejos, exdirector de ‘Abc’ y celebrado articulista conservador, por ejemplo, se veía en la obligación de intervenir para denunciar en una publicación digital las “tesis filoindependentistas” de Josep Maria Álvarez. Si este lograra la secretaría general de la UGT, concluía alarmado, “la cuestión catalana se habría agravado tanto como cuarteado la oposición (lógica, constitucional) a un referéndum secesionista, binario y vinculante”.
En las redes sociales, con frecuencia fórum de los peores instintos, los insultos xenófobos –no se me ocurre mejor manera de calificarlos– arreciaron, con apelativos como “charnego”, “charnego asturiano” (Álvarez, a punto de cumplir 50 años, llegó a Catalunya en 1975) o “charnego con síndrome de Estocolmo”. Su apellido también fue objeto de burla al no ser de origen catalán, algo que, creen algunos españolistas, agrava su ‘pecado’.
Tras ser elegido, el nuevo secretario general no pudo evitar referirse a lo sucedido: “Estoy orgulloso que la UGT sea la primera organización del Estado en la que la catalanofobia no funciona”. ¿Seguro? Álvarez se impuso apenas por 17 votos. ¿Por cuántos hubiera ganado sin la campaña en su contra?
Uno de los que metieron baza a base de tuits fue el exdiputado de Ciudadanos en el Parlament Jordi Cañas. Y no precisamente contra la catalanofobia: “Josep María Álvarez, de apoyar el ‘España nos roba’ en Catalunya a querer liderar la UGT en España”.
Que Albert Rivera, el líder de Ciudadanos –partido nacido de la obsesión de arrinconar al catalán– tenga la desfachatez de hacerse el sorprendido porque en el Congreso los diputados del PP le abuchearon por usar el catalán (aunque fuera un momento y, cómo no, para defender la unidad de España), sería para montar en cólera. Suponiendo que nos quedaran aún ganas y energías para el cabreo.