El mes que viene CDC va a decidir –mediante la consulta a sus militantes y a aquellos que, no siéndolo, se han registrado– si conviene refundar o solo reformar el partido. No estamos ante un mero artificio retórico, pues lo que está en cuestión es la radicalidad y profundidad del cambio que va a producirse.
Es posible que la opción ganadora sea la primera: la refundación. Es decir, un cambio radical y profundo. El nombre de la nueva fuerza política se ha convertido, en este sentido, en el test con el que se medirá la voluntad de pasar página. Con refundación y otra marca , se estará rompiendo con claridad con el pujolismo y con los escándalos de corrupción que de manera directa e indirecta afectan y erosionan –y seguirán afectando y erosionando– a CDC. Dejar todo eso atrás es lo que justifica empezar de nuevo. El desgaste producido por estar en el poder durante la dura crisis económica probablemente no sería razón suficiente por si solo.
En julio, la nueva CDC deberá definir, en primer lugar, cuál es su proyecto ideológico y político, y diseñar la nueva organización del partido. Justo después, se elegirán las personas que tendrán que dirigirlo.
El debate sobre el proyecto es transcendental y muy interesante. Hay algo, sin embargo, que está decidido: la próxima CDC va a seguir promoviendo la independencia de Catalunya y reclamando un referéndum de autodeterminación. El resto, es decir, la parte más ideológica, habrá que debatirla y establecerla, partiendo de la vocación mayoritaria de CDC, un partido con voluntad de dar respuesta a los deseos y necesidades de una parte amplia y central de los catalanes. Un partido de gobierno y, por consiguiente, lo que en inglés se conoce como un catch-all party .
Se dice casi automáticamente que querer contentar a muchos supone ambigüedad y la indefinición, lo que frecuentemente supone incoherencia. Suele ser así, pero no tiene por qué ser necesariamente así.
Me explico. A mi entender, la nueva CDC debe limitar a la izquierda con el socialismo serio y no abducido por el izquierdismo, mientras a su derecha debe acoger a democristianos de corte europeo. En el centro, los liberales favorables –en la tradición clásica del liberalismo- al Estado del bienestar. Es un espacio amplio, sí. Y como es amplio, hay que delimitarlo con fuerza y convicción. Y combatir políticamente los radicales de derecha y de izquierda. Y a los neoliberales. Flexibilidad y mucho diálogo interno, pero afirmación sin complejos ante los adversarios.
Es la falta de afirmación ideológica y firmeza en las convicciones uno de los elementos que más ha contribuido en los últimos tiempos al desconcierto y, por ende, a la desmotivación y la mengua en el orgullo de muchos votantes convergentes.