No parece que el Gobierno español haya logrado el que era el principal afán de Sun-Tzu, el célebre estratega chino: determinar la batalla antes de que esta se produzca de forma efectiva, ganar antes de que empiecen los tortazos. Hoy, según está previsto, comienza en el Parlament la lucha de verdad, salvados los múltiples encontronazos previos, entre los gobiernos español y el catalán. Y, como bien sabían en la antigua China, una vez en marcha el desenlace de las batallas resulta siempre imprevisible.
Sorprende un poco pero el Ejecutivo de Rajoy, aun disponiendo de múltiples recursos y poderosas palancas, no ha conseguido sacar de la calzada el automóvil en que viaja el soberanismo. El Govern ha superado, entre otros avatares, la retirada de Artur Mas, las tensiones en el seno de Junts pel Sí, y la sacudidas desestabilizadoras de la CUP. También la persecución por parte del Tribunal Constitucional, el celo inquisidor de la fiscalía y la instrumentalización del Tribunal de Cuentas para arruinar a los dirigentes soberanistas. Por no hablar, claro, de la guerra sucia organizada desde el Ministerio del Interior o de la agresividad visceral de los medios de comunicación madrileños.
Creciente nerviosismo en el PP
Pese a todo, decía, el soberanismo ha llegado a la fase final bastante más entero de lo que algunos podían haber calculado, algo que se ha traducido con el paso de los días en un creciente nerviosismo entre el PP y el unionismo en general. La situación se parece notablemente a la que se produjo en 2014 a las puertas del 9-N, ¿lo recuerdan? Hoy, como entonces, Rajoy y el resto juran que no habrá urnas pero al mismo tiempo lanzan amenazas y difunden consignas, algo que, salta a la vista, no harían si estuvieran tan seguros de lo que dicen.
No sé si se va a poder votar mucho, poco, nada o a medias en Catalunya el próximo día 1. Lo que es seguro es que el día 2, el soberanismo y el independentismo van a seguir ahí. Sea como fuere, sus líderes y también la gente de a pie están mentalizados para cualquier cosa que pueda ocurrir. La derrota de algún modo está descontada, pues todos saben que el referéndum es un reto realmente titánico.
Tampoco van a desaparecer el españolismo o el unionismo. Sin embargo, la batalla difícilmente va a reforzar al PP en el marco político español. Más bien lo va a debilitar. Esto se dará, desde mi punto de vista, en todos los casos, pero especialmente si el PP no consigue detener el referéndum de Puigdemont y los catalanes pueden depositar sus papeletas. Otra circunstancia muy negativa se producirá si en un momento de ofuscación el PP respondiera de manera desproporcionada, excesiva, al intento de referéndum.
En ambos casos, la oposición, especialmente el PSOE y Podemos, se verá reforzada e impulsada a lanzar una intensa ofensiva contra Rajoy, hasta el punto de, quizá, lograr descabalgar al Gobierno popular. Los últimos movimientos de la izquierda parecen estar diseñados previendo un clima adverso para el PP tras el 1-O.