“Barcelona es poderosa / Barcelona tiene poder”, cantaban los Manolos. Y es cierto. Más allá de constituir el núcleo del área urbana que la rodea y de ser la capital de Catalunya, Barcelona tiene una influencia sobre el conjunto del país que va más allá y que, en muchísimos aspectos, la convierte en absolutamente determinante.
Todos los partidos son conscientes de la fuerza política y simbólica de mandar en el primer ayuntamiento de Catalunya. Por eso ya hace tiempo que barruntan sobre la próxima ‘batalla de Barcelona’. La fragilidad que caracteriza el gobierno de Colau -solo 11 concejales de 41- y la falta de apoyos lastran notoriamente su mandato y alimentan la ambición de los aspirantes.
Hasta hace poco, Ciudadanos, que consiguió ganar las elecciones de diciembre en el conjunto de Catalunya y en Barcelona, lo tenía todo de cara para conquistar la ciudad condal, lo que daría a los ‘naranjas’ un notable impulso en su carrera en pos del gobierno de España. Sin embargo, el relevo de Rajoy por Sánchez y la política de diálogo con Catalunya iniciada por el socialista no favorecen a Rivera y Arrimadas, que viven políticamente de la tensión y la polarización. La oferta de Rivera a Manuel Valls -un político desprestigiado en Francia- busca, aparte de rentabilizar la celebridad del personaje, la confrontación directa con el soberanismo, azuzar el choque entre la Barcelona unionista y la Barcelona independentista. Una estrategia que hubiera funcionado mucho mejor con el PP en el poder.
El reverso de la moneda es el PSC, que ha salido del rincón político en el que se hallaba y que, gracias a Sánchez, está recuperando simpatías y protagonismo. El PDECat no parece optar al triunfo, pese a que en el 2015 -cuando se presentó como CiU- fue derrotado por Colau por un margen mínimo. Los ‘neoconvergentes’ estarían dispuestos a levantar con otras fuerzas una candidatura transversal al estilo de Junts per Catalunya. El problema es que ERC no quiere saber nada de tal alianza, que, sin embargo, seguramente garantizaría la victoria del independentismo en Barcelona.
Los republicanos alegan que desean discutir durante la campaña sobre proyectos de ciudad y no plantear las elecciones como una batalla contra el españolismo. Algo con lo que, no obstante, creo que el PDECat y Neus Munté están perfectamente de acuerdo.
Esquerra espera poder ganar ella sola (dicen que Alfred Bosch ya se ve alcalde). O quedar segunda por detrás de Ciudadanos. En ambos supuestos gobernaría, pues, se dice, los republicanos sumarían más apoyos que los españolistas radicales. Amén de su aroma maquiavélico, tal cálculo presenta un problema importante: ¿qué ocurriría si Colau -figura que conserva un notable magnetismo, tal como mostraba el sondeo publicado por El PERIÓDICO DE CATALAUNYA hace unas semanas- gana de nuevo o, simplemente, queda por delante de Bosch? Pues que el plan de ERC se convertiría en un fiasco.
Recordemos que, además de ser poderosa, a Barcelona le encantan las sorpresas.