Aún siéndolo, lo más grave no es que, y perdonen la caricatura, Borja, coronel del Ejército del Aire, vecino de El Pardo, hijo y nieto de militares franquistas, vote a Vox. Lo que nos debiera de interpelar profundamente es, en cambio, el caso de Pili, dependienta ahora en casa por un erte, madre de tres hijos y con el marido en el paro. Pili va a apostar por Vox, igual que Borja y tantos otros en El Pardo o en las zonas más pudientes de Madrid. Pero, sin embargo, ella no vive en un barrio rico, sino en un barrio popular, en un piso pequeño. Pili y su familia tienen dificultades, y muchas, para llegar a fin de mes. Su padre, Manuel, ya traspasado, estuvo afiliado durante más de veinte años a la UGT.
Pili no es un bicho raro. Muchas personas como ella han votado a Vox en el pasado y lo harán el martes que viene. En España la extrema derecha es una escisión, un ‘spin-off’, del PP, lo que no supone que en el PP ya no haya extrema derecha. Una parte muy importante sigue dentro. Su líder es Isabel Díaz Ayuso. La derecha española no es antifascista. Al contrario. Existe continuidad entre el PP y Vox. Por eso gobiernan juntos en diferentes lugares y, si nada lo impide, formarán gobierno en la Comunidad de Madrid. Díaz Ayuso no se muestra en absoluto inquieta ante tal perspectiva. Recordemos que en España el franquismo ni fue derrotado ni ningún franquista fue juzgado o tuvo que pedir perdón.
Pero la extrema derecha populista no es un fenómeno exclusivamente español, aunque en España presente unas formas y una configuración específicas. Contemplamos su emergencia en muchas latitudes. ¿Por qué sucede? ¿Por qué personas como Pili votan a la extrema derecha en diferentes países del mundo? Los factores que pueden explicarlo son muchos, muchísimos. Voy al que, a mi juicio, es el principal.
La extrema derecha, el fanatismo en general, crece y se reproduce aprovechando los espacios vacíos o abandonados por la política convencional. Como nos explica la física, todo espacio vacío tiende de forma natural a ser llenado. La política convencional ha ido abandonando progresivamente el debate serio, realista, franco y argumentativo sobre ciertos asuntos. ¿Por qué? Por las encuestas, por tacticismo, por los asesores en comunicación, por el poder de las imágenes y las emociones, por afán de poder, por temor, por anquilosamiento, por alejamiento de la realidad, por falta de líderes determinados y con convicciones robustas…
Tal vez el ejemplo más claro sea el de la inmigración. Voy a exagerar, y que me perdone de nuevo el amable lector, para ilustrar mejor mi argumento: cuando la izquierda -de quien Pili, en circunstancias normales sería votante fiel- dice y repite que la inmigración, por naturaleza y en toda circunstancia, acarrea exclusivamente ventajas y beneficios, o que España debiera abrir sus fronteras de par en par, silenciando los problemas que, también, supone la inmigración, está abandonando un terreno que ocupará Vox.
Porque Pili convive en su barrio con un gran número de inmigrantes de diferentes procedencias. Y se producen roces y encontronazos, y hay rivalidad, por ejemplo, por los puestos de trabajo menos calificados o por determinadas ayudas sociales. Como los partidos de izquierda niegan, por pasiva o por activa, cualquier inconveniente, de inmediato Pili conecta con Vox. El discurso de la izquierda provoca un problema de disonancia cognitiva en ella, pues este choca con su experiencia cotidiana. Y por eso Pili presta entonces atención a Vox, que sí aborda el asunto, aunque, claro está, miente, falsea y manipula asquerosamente.