La CUP sigue apretando las tuercas al Govern con los presupuestos. Así, este domingo anunciaba que, durante el fin de semana (12, 13 y 14 de noviembre), consultará a las bases para decidir si presentan o no una enmienda a la totalidad y si siguen negociando con el Govern o dan por zanjadas las conversaciones. La realidad es que sus condiciones se alejan de lo que pueden aceptar el conseller Giró y el mismo president Aragonès. Algunas exigencias llegan inspiradas por el ideario de extrema izquierda propio de los ‘cupaires’, ahora teñido de filosofía del decrecimiento. Al mismo tiempo, Eulàlia Reguant y cía siguen insistiendo en otro referéndum de independencia, como si 2017 y los años siguientes simplemente no hubieran existido. Como si la correlación de fuerzas entre el independentismo y el Estado fuera hoy más favorable que entonces.
Ante la lógica dificultad del Govern para contentar a la CUP, el PSC de Salvador Illa hace tiempo que se viene ofreciendo. Si os falla la CUP, aquí estamos nosotros. Los ‘comuns’ también han mostrado su disposición. Son unos presupuestos clave. El país está como está, y hay que dejar atrás la crisis lo antes posible, recuperar el terreno perdido y poner rumbo al futuro. Los dineros europeos han de actuar como reactores en el despegue.
El ofrecimiento del PSC es positivo, en la medida que pueda responder a un ánimo constructivo y de colaboración en un momento determinante. Pero, evidentemente, también es astuto e inevitablemente amenazador para ERC y, por añadidura, para el Ejecutivo de la Generalitat. Hay que tener en cuenta que los republicanos son un aliado preferente del Gobierno de Pedro Sánchez, que insiste ante los de Junqueras y Aragonès que avalen unas cuentas que para el Ejecutivo de Madrid son importantísimas. Sánchez confía en que el adiós definitivo a la pandemia y el empuje económico le den la reelección en 2023.
Pero con quien compite Aragonès no es con el PP, sino con su socio en el Govern, Junts per Catalunya. La apuesta de ERC por la negociación con Madrid necesita que dé frutos sí o sí, para lo cual es imprescindible no deberle favores, o deberle los menos posible, al PSOE (y a Unidas Podemos). Esta regla es de estricta aplicación tanto cuando se habla de presupuestos, de asuntos financieros o competenciales y, por descontado, también de la mesa de diálogo Estado-Generalitat.
Precisamente por eso la oferta de Illa es astuta y amenazadora. Si los presupuestos de la Generalitat se aprueban gracias al PSC, ¿con qué fuerza contará ERC para arrancar a Sánchez concesión alguna? ¿Para exigirle lo que Catalunya necesita, que no es poco? ¿Para que de la mesa de diálogo salga algo positivo?
Aragonès necesita poder demostrar, o al menos poder defender con cierta solidez, que la vía pragmática, el -llamémosle- ‘peix al cove 3.0’, funciona. Y que la mesa de diálogo es lo que hay que hacer, aunque sea solamente porque es mucho mejor que entregarse a la confrontación institucional y al sueño de una pronta independencia. Esquerra necesita a Sánchez como mínimo tanto como Sánchez necesita a ERC.
Es aquí cuando debemos volver a la CUP. Su resistencia a avalar los presupuestos de la Generalitat empuja, se quiera o no, al Govern hacia el PSC. Si finalmente los socialistas han de auxiliar a Aragonès porque se impone la consabida miopía cupaire, eso en la práctica supondrá -amén de romper la mayoría independentista en el Parlament, el famoso 52 por ciento- desarmar del todo a ERC ante el Gobierno de Sánchez. Escribo “del todo” porque el margen que tienen los republicanos es ya de por sí estrecho, nada holgado.
Se trata de una restricción, por decirlo así, estructural. De mapa político, pues los republicanos -por responsabilidad, por sentido común y por patriotismo- saben que cabe presionar, incluso amenazar a Sánchez, pero que a la postre no pueden provocar su defenestración. Que no van a echar a socialistas y podemitas para abrir la puerta a un Gobierno surgido de la alianza del PP con Vox.
Resultan en este sentido esclarecedoras las palabras de Gabriel Rufián hace unos días, en Catalunya Ràdio: “No tenemos ninguna garantía -admitía el portavoz de ERC en el Congreso- de que el PSOE cumpla lo que promete. Pero, ¿cuál es la alternativa?”.