Da la viva impresión de que Esquerra Republicana no ha comprendido todavía los estrictos límites y las ásperas penalidades que conlleva gobernar en solitario, aunque bien cabe la posibilidad de que, en realidad, estén intentando disimular como pueden el estado de fragilidad en que se hallan. Quizás, en su momento, ilusionados por la perspectiva de librarse de Junts per Catalunya, no se entretuvieran lo suficiente en calibrar qué significa realmente gobernar con 33 diputados. Es decir, puede que pecaran de imprudentes.
Los demás grupos del Parlament, del primero al último, seguramente se dieron cuenta de la impostura y por ello, en el primer pleno de la nueva era, se conjuraron para dejar al ‘president’ Aragonès y su gabinete más solos que la una. El gran ejemplo es la voladura de la ley del plan de estadística, preparada por el ‘conseller’ de Junts Jaume Giró. Ni a uno solo de los ‘juntaires’ le tembló el pulso a la hora de apretar el botón del ‘no’. Lo mismo sucedió con una buena colección de votaciones menos relevantes.
Por supuesto, el PSOE se ha dado cuenta también de que ERC ha perdido, con su divorcio exprés, gran parte de la fuerza que tenía. Sin embargo, también en el terreno de la política española los republicanos insisten en comportarse -finjan o no- como si nada hubiera ocurrido. Tanto es así, que Aragonès y los suyos siguen queriendo aprobar los presupuestos catalanes y, al mismo tiempo, exigen al Estado, o sea, al Gobierno encabezado por Pedro Sánchez, la ‘desjudicialización’ del conflicto acordada en la última mesa de diálogo.
Como sea que PP, Vox y lo que queda de Ciudadanos se han puesto hechos unas fieras y acusan a Sánchez de vendepatrias, los socialistas insisten en que se trata de cosas que nada tienen que ver, de dos “libretas” distintas, en expresión de Salvador Illa. ERC ha seguido la estela del PSOE y pide igualmente separar los asuntos. Una cosa serían los presupuestos del Gobierno español y otra, aparte, los eventuales frutos de la mesa de diálogo.
Contrariamente a lo que socialistas y republicanos predican, no se pueden aislar los presupuestos de Sánchez de la ‘desjudicialización’, que pasaría, primordialmente, por la reforma del delito de sedición (parece que los republicanos ya han asumido que no va a haber derogación). ERC quiere, necesita muchísimo, que la mesa de diálogo dé algún fruto tangible, importante, ‘vendible’, puesto que toda su estrategia orbita en torno a lo que pueda conseguir del Gobierno de Madrid. Es justamente la apuesta por la negociación con Sánchez uno de los grandes motivos que les condujo a la ruptura con JxCat.
Pero resulta que el Gobierno monocolor de ERC también debe aprobar sus presupuestos. Y, salvo que Junts pegue un impensable volantazo, esos presupuestos o salen adelante con los votos del PSC o no salen, no hay presupuestos. A partir de aquí es cuando entra en juego la lógica más elemental. Si el Gobierno de Sánchez necesita aprobar sus presupuestos y el de Aragonès los suyos, lo lógico -aquí y en todas partes- es que se auxilien mutuamente. Clara y justa transacción.
Con eso, sin embargo, a Esquerra no le basta. Necesita más. Necesita una reforma del delito de sedición que le pueda ser política y electoralmente rentable en Catalunya, una reforma de la sedición -o alguna otra cosa, la que sea, con tal de poder vindicar la mesa de diálogo. Como ven, ERC está atrapada. No tiene más remedio que apoyar los presupuestos de Sánchez toda vez que, si los rechazara, la Generalitat se quedaría sin presupuestos y, encima, no habría reforma de la sedición.
Poco puede ofrecer ERC al PSOE, ya que, dado el nuevo panorama político en Catalunya, los republicanos van a necesitar más a los socialistas que estos últimos a ellos. Esto va a ser así al menos hasta que se convoquen nuevas elecciones, que los republicanos quieren evitar o, como mínimo, aplazar hasta después de las votaciones municipales del próximo mayo.
Tal como están las cosas, es disparatado creer que, a modo de propina, Sánchez aceptará borrar la sedición del Código Penal. Incluso se me antoja complicadísimo -por la erosión externa, pero también interna que supondría para Sánchez – que el PSOE pueda promover el cambio del delito de sedición que ERC quisiera (la rebaja de penas de que se habla no acabaría de un plumazo con los problemas de Puigdemont y tampoco, necesariamente, con los de Marta Rovira).