En 2015, Xavier Trias quedó segundo. A un concejal y menos de 20.000 votos de Ada Colau. El convergente cayó derrotado pese a ser el alcalde y el favorito. ¿Por qué? Por el efecto de las mentiras de las cloacas policiales y mediáticas del Estado, que inventaron lo de su fortuna en el extranjero, ciertamente. Pero no solo por eso. También por una campaña electoral mal diseñada y peor ejecutada. Aun así, la noche del domingo 24 de mayo de 2015 la suerte no estaba echada, al menos no del todo. Colau, con once concejales, estaba muy lejos de los veintiuno de la mayoría absoluta. Había que negociar e intentar pactar con los demás grupos políticos, pero, aturdidos por el duro golpe, los de CiU renunciaron a ello. Trias tiró la toalla y Colau ganó la alcaldía de Barcelona para los Comuns.
Nos hallamos, ocho años después, en una situación más complicada a la par que emocionante. Pues ahora no son dos -Trias y Colau- sino tres -los dos candidatos anteriores más el socialista Jaume Collboni- los que se disputan llegar el primero a la meta del 28 de mayo. El vencedor en 2019, Ernest Maragall, ha quedado aparentemente descolgado, y se le vaticina el cuarto puesto. El anunciado mal resultado de ERC, de darse, lastrará pesadamente el camino de los de Oriol Junqueras y Pere Aragonès hacia la tan anhelada hegemonía política. Harán bien los máximos dirigentes republicanos de estudiar detenidamente lo ocurrido en la capital de Catalunya. Pasar de primero a cuarto no es algo menor o anecdótico, más aún cuando se es el partido que ha logrado presentar más listas electorales y se gobierna en solitario en la Generalitat.
Decíamos que los Comuns, el PSC y Junts están en un pañuelo, con diferencias mínimas en los sondeos. La tendencia hace días que se mantiene y indica que quien gane lo hará seguramente por muy poco, por un margen muy estrecho, algo que lleva obligatoriamente a tener que pensar en lo que ocurrirá a partir de la noche del domingo 28 de mayo, ya con los resultados en la mano. Entonces empezará la segunda parte, la segunda vuelta, si podemos llamarla así, de la ‘batalla de Barcelona’. Los tres primeros candidatos se hallarán lejos, muy lejos, de los veintiún concejales. Habrá que llegar a pactos, alcanzar acuerdos. Quien de entre Colau, Collboni y Trias sea más hábil, demuestre más cintura, se quedará con la vara de alcalde.
Suele pensarse menos en esta segunda parte de las elecciones, la que en este caso empezará a partir de la noche del día 28, pero su importancia es capital. En la dinámica de las campañas se enfatiza la lucha por llegar primero y se habla poco de lo que viene luego. Se olvida algo fundamental: los barceloneses no deciden de forma directa su alcalde, sino que quien tiene la última palabra son los diferentes partidos y sus concejales electos. Que esto es así -aunque no se subraye- nos lo recordó vivamente el desenlace de las últimas elecciones municipales justamente en Barcelona. Ganó ERC en votos -empatando a diez concejales con Barcelona en Comú-, pero quien accedió a la alcaldía fue Colau, gracias a los votos de los socialistas y de tres de los seis concejales de la plataforma liderada por Manuel Valls (Barcelona pel Canvi-Ciutadans). Maragall fue el más votado por los barceloneses, pero Colau lo fue por los regidores.
No es que el voto ciudadano no cuente o cuente poco. Claro que cuenta. Cuenta mucho, muchísimo. Pero la decisión final queda en manos de los miembros del consistorio. Si nos atenemos a las diferentes posiciones posibles en el orden de llegada del 28 de mayo, si exploramos las distintas combinaciones en el pódium entre Colau, Collboni y Trias, nos damos cuenta enseguida de que quien cuenta con más opciones de ser alcalde -siempre suponiendo que el resultado sea apretado, como se augura- es el candidato socialista. Este lo tendría realmente peliagudo solamente en el caso de que finalmente quede tercero. En los demás escenarios sus cartas son buenas.
Sin duda, el alcaldable socialista se beneficia de la recuperación del PSC tras años con problemas, del tirón en Catalunya de Pedro Sánchez -convertido en una desenfrenada máquina de prometer- y del derrumbe anunciado de Ciudadanos, del que heredará gran parte de sus antiguos votos. Pero hay más: los socialistas han conseguido hacer olvidar, o al menos difuminar en la mente del ciudadano, que han gobernado todos estos años y siguen a día de hoy gobernando codo con codo con Ada Colau. Un exquisito malabarismo comunicativo.