Se ha puesto en marcha en el Congreso una nueva reforma exprés de la Constitución. Así, donde pone “disminuidos” en unos pocos días se podrá leer “personas con discapacidad”. El cambio responde a una justa reivindicación social y es un acierto. Esta va a ser la tercera vez que se modifique la Constitución. En las dos ocasiones anteriores, en 1992 y 2011, los cambios fueron fruto de la exigencia europea. En el primer caso, para permitir a los ciudadanos de la UE ser candidatos en las elecciones municipales y, en el segundo, para limitar el margen de deuda y déficit de las cuentas públicas.
La reforma de la Constitución es posible por el acuerdo alcanzado entre los dos partidos llamados “de estado”, PSOE y PP. Esto no sería nada excepcional, sino lo más normal del mundo, si el clima político en España fuera otro. No obstante, aquí y ahora, el pacto entre Sánchez y Feijóo para la modificación del artículo 49 representa una llamativa excepción, una verdadera rareza. Es como un fino rayo de luz que penetra un cielo densamente nublado, oscuro, amenazante. De ello se han felicitado los representantes del Gobierno, pero también el PP.
Más aún, el presidente de los populares ha llamado a los socialistas a continuar dialogando y acordando con ellos, pero sin evitar al mismo tiempo volver a arremeter contra Sánchez por sus alianzas con la izquierda y los grupos catalanes y vascos. Es imposible no darse cuenta del cinismo que ello entraña, pues, sin que ello signifique exculpar a Sánchez, es el PP quien más responsabilidades acumula por la situación irrespirable que vive España. Feijóo, a quien muchos tenían por moderado y pragmático, ha sido incapaz de cambiar el rumbo de un PP que se ha ido alejando del centro y se ha derechizado cada vez más. No únicamente eso, sino que ha cerrado un pacto mefistofélico con Vox, la extrema derecha ultranacionalista. Esa derechización y esa amalgama con los de Abascal apartaron de la Moncloa a Feijóo. Asociarse con Vox ha permitido al PP controlar autonomías y ayuntamientos, pero le impide conquistar el Gobierno si no es junto con la extrema derecha. Que PP y Vox se hagan al final con el poder es difícil, pero posible, puede pasar, y demostraría, simple y llanamente, que las cosas, en términos de conflicto y tensión, pueden empeorar mucho más.