La virguería contra Sánchez

Los emails del abogado de Alberto González Amador, la pareja de Isabel Díaz Ayuso, están abriendo una nueva vía de agua en el ya maltrecho casco de la nave socialista. Un destrozo que todo hace pensar que va a hacerse mayor, quizás mucho mayor. Por el momento, el asunto de los correos filtrados a la prensa se ha llevado por delante al líder de los socialistas en Madrid, Juan Lobato, mientras se encuentran en peligro a corto plazo el ministro Óscar López y una excolaboradora suya, Pilar Sánchez Acera. Y no solo eso. Por orden del Supremo, la Guardia Civil irrumpió en el despacho del fiscal general y se llevó el contenido -altamente sensible, por razones obvias- del ordenador y el teléfono móvil de Álvaro García Ortiz. Nunca se había visto algo así. Las sombras se proyectan sobre la Moncloa y Pedro Sánchez.

La coalición azul, de la que forman parte periodistas, jueces, el PP y Vox, está logrando lo que es una auténtica virguería, consistente en darle la vuelta como a un calcetín al caso del novio de Ayuso y convertirlo en una trampa mortal para Sánchez y los suyos. La obsesiva misión de la coalición, que tiene a Ayuso como jefa carismática, es tumbar a Sánchez, a quien niega toda legitimidad. Más aún, los camaradas de la liga azul estiman que cualquier cosa, por execrable que sea, está de sobras justificada por su sagrado empeño. La llamada a la acción, la que consta en su frontispicio, la lanzó Aznar en persona: “El que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte; el que se pueda mover, que se mueva”.

Pero prescindamos ahora de toda consideración moral. Y deleitémonos por un momento en la deslumbrante obra de arte que nos ofrece la coalición. Los periodistas, jueces y políticos conjurados han conseguido que, en el país de las mil filtraciones judiciales, se haya abierto una investigación para perseguir al autor precisamente de la que concierne a Ayuso. Además, hacen que, en contra de lo que es costumbre, la investigación marche a la velocidad del rayo y sin pararse en barras, hasta el extremo de, como decíamos, registrar la mismísima Fiscalía General. Mientras tanto, el defraudador, el maromo de la jefa, González Amador, ha visto cómo milagrosamente su caso se paralizaba y quedaba como congelado. Y puede celebrar que los medios de comunicación apenas se acuerden de que él se llenó los bolsillos como comisionista de mascarillas en plena pandemia, ni de que delinquió vilmente para timar a Hacienda. ¡’Chapeau’, camaradas!

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