Los sondeos, al igual que los medios, reflejan al menos en parte la opinión pública, concepto por otra parte escurridizo, difícil de aprehender. Los medios se encargan de dar pábulo, de difundir, lo que cuentan los sondeos sobre qué siente y piensa la gente. Con ello se construye el imaginario, se dibuja el paisaje en el que políticos, ciudadanos y, a su vez, también los medios actúan y despliegan sus estrategias.
En el caso de la presente campaña el imaginario –ojo, no confundir con la realidad real – dice que el PP va a ganar de mucho las elecciones del día 20. El PSOE ha decidido no combatir ese supuesto, sino adaptarse a su orografía. Rubalcaba y el PSOE, y también el PSC, se han dedicado, pues, a meter miedo, a alertar de que viene la derecha, a hacer sonar la alarma sobre las aviesas intenciones de Rajoy y cía. En el caso del PSC, además de gritar que viene el PP, también grita contra CiU. Es una forma de actuar usada ya en el pasado por los socialistas catalanes, auténticos maestros en la tarea de distinguir en términos morales la izquierda (los buenos) de los malos (el resto).
El punto álgido de la presente campaña lo vivimos el lunes por la noche. El cara a cara fue un buen exponente del juego tanto de Rajoy como de Rubalcaba . Sobre el primero no hay mucho que decir. Se trataba de no sufrir ningún accidente durante su paso por el plató. Con un empate o una derrota por poco le valía de sobras. Mucho más complicada era la papeleta del socialista. Optó por apretar el acelerador en su estrategia de cebar la sospecha y la inquietud sobre los planes del PP. Así, se transmutó en una especie de interrogador insolente. Con el programa popular siempre en las manos, el socialista preguntaba y repreguntaba a Rajoy sobre lo que iba a hacer realmente . Convirtió, pues, a Rajoy en el sujeto del relato. En el protagonista. En el presidente en ciernes. En consecuencia, Rubalcaba apareció como subsidiario y segundón, como el-que-no-será. Al hacerlo, reforzó el frame , el marco mental, prevalente sobre la disputa. Tanto fue así, que le hizo un favor a Rajoy , que apareció ante los televidentes con el aura de único presidente posible.
El PSOE podía haber decidido en su momento otra cosa: no asumir el imaginario prevalente ni el marco mental de Rubalcaba como perdedor seguro, y enfrentar de tú a tú a Rajoy . Actuar y hablar como verdadera alternativa. Eso, sin embargo, suponía inexcusablemente poner en valor la labor de Zapatero . Y este fue el primero en renunciar a defender ante la sociedad las duras medidas contra la crisis. Hoy, el desencanto aprisiona a los votantes del PSOE mientras la mala consciencia tortura a sus máximos responsables, que, como Rubalcaba , parecen avergonzarse de haber hecho desde el Gobierno lo que había que hacer.