a reacción del nacionalismo español de derechas y de izquierdas ante el acuerdo de la lista unitaria ha sido de desconcierto y furia ciega. Muchos habían empezado a celebrar el fin del proceso soberanista. El periodo de tensiones y encontronazos entre Artur Mas y Oriol Junqueras les habían empujado a ello, así como la sensación de que lo que algunos llamaban el suflé estaba menguando. Pero lo que les provocaba el subidón definitivo era la perspectiva de un Mas que, tras marcharse Josep Antoni Duran Lleida , cayera derrotado por el conglomerado en torno a Podemos e ICV-EUiA. Muerto el perro, muerta la rabia. El españolismo siempre ha tenido claro que descabalgar al president era arrodillar al independentismo para seguidamente aniquilarlo.
Pese al giro que han dado los acontecimientos, Mariano Rajoy (como Pedro Sánchez ) se ha limitado a refugiarse en la tautología que reza que las elecciones autonómicas son elecciones autonómicas, y a rechazar la independencia catalana. Por supuesto tampoco han faltado las amenazas precariamente encubiertas.
No ha sido, significativamente, este el caso de Felipe VI , quien el viernes se reunía a puerta cerrada con el president Mas para analizar la nueva situación ante el horizonte de las elecciones de septiembre. Los comicios, se diga lo que se diga, tendrán lugar en clave plebiscitaria.
La campaña electoral va a acabar desarrollándose en estas coordenadas. No en vano Alicia Sánchez-Camacho ya ha propuesto un gobierno de concentración de todas las fuerzas no independentistas. Una de las reacciones menos sorprendentes y menos elegantes ha llegado de la mano de Iniciativa per Catalunya. Tanto oficialistas como independentistas –si es que la distinción aún tiene sentido- han arremetido en tono estalinista contra Raül Romeva , hasta hace un tiempo uno de sus mejores activos. No le perdonan que encabece la candidatura en que está Mas.
Por si fuera poco, sus planes para plantear la campaña como un reto para echar a Mas , es decir, en su lenguaje, como un combate contra la derecha , ha saltado por los aires dadas las personalidades que encabezan la lista unitaria y las que en ella van a integrarse próximamente.
La CUP ha declinado entrar en la lista transversal, pero comparte su objetivo. Sin duda, sumará a muchos votantes que no entienden la alegría con que Joan Herrera y Dolors Camats se han asociado a Podemos ni su actitud en relación a la independencia. Puede captar, además, a aquellos independentistas a quienes bien no les gusta Convergència o bien les desagrada ERC.
A los soberanistas, por el contrario, la lista de las entidades más Convergència y los republicanos les ha devuelto el optimismo y la ambición. Todos ellos, o la gran mayoría, se han conjurado para mirar hacia delante y enterrar querellas y reproches. Saben muy bien que se la juegan, que estas elecciones son trascendentales.