El PP ante el 27-S

El partido que gobierna en España, el PP, que, junto a Ciudadanos, representa al unionismo duro, lo tiene mal en Catalunya el 27-S. A día de hoy la sensación es que los populares no parecen capaces de obtener los diputados suficientes como para impedir -junto con Ciudadanos, Catalunya Sí que es Pot, PSC y la Unió de Josep Antoni Duran Lleida- la mayoría absoluta de Junts pel Sí (con o sin la CUP). La sustitución de Alicia Sánchez-Camacho por Xavier García Albiol era seguramente necesaria. Pero tal maniobra va a ser insuficiente para remontar las malas expectativas, pues la cuestión relevante no es en este caso qué rostro ilustra los carteles (al fin y al cabo, quien, pese a no ser candidato, va a actuar como líder electoral es Mariano Rajoy). Todos los partidos y todos los observadores y expertos saben que para abortar un triunfo independentista por mayoría absoluta, las opciones no independentistas debe movilizar una masa de electores récord. Es decir, hacer que aquellos que puedan estar inclinados a votarlas el día 27 efectivamente las voten. Que no se queden en casa o se vayan al campo o a la playa. El primer problema que atenaza al PP es estratégico, y tiene que ver con el tipo de relato, con los mensajes que puede ofrecer a los ciudadanos catalanes. El escollo en este apartado es básicamente de congruencia interna, ya que el PP no ha dejado, por activa y por pasiva, de decirles a los catalanes que la independencia es algo que no va a pasar. Que nunca va a ocurrir. Imposible. Si el PP ha insistido en fijar la idea de que la independencia de Catalunya es imposible, ¿cómo va a llamar ahora a los ciudadanos a llenar las urnas para impedirla? ¿Por qué alguien iba a alarmarse por algo que no sucederá? Al haber negado la mayor, el discurso del PP ha quedado preso de sí mismo. El independentismo tiene aquí ventaja claramente: ellos sí creen que la independencia es posible y están decididos a hacerla realidad. El segundo factor en contra del PP y de Ciudadanos -fuerza a la que, sin embargo, los sondeos otorgan mucha ventaja sobre los populares- es que el soberanismo se ha cuidado de que los catalanes que se sienten también españoles no se hayan sentido insultados, violentados o amenazados. Diga lo que diga la propaganda unionista, los indeseables -del bando que sea- no han logrado romper la convivencia ni imponer la crispación en Catalunya. Otros dos elementos que complican las cosas al PP son, por una parte, la falta de tiempo: para el 27-S quedan solamente 20 días, que son pocos para modificar la tendencia. Last but not least: el PP (y todos los partidos que ambicionan llegar a La Moncloa) tienen la cabeza en las elecciones catalanas, pero, sobre todo, en las españolas del mes de diciembre. Tal cercanía entre una y otra convocatoria hace muy difícil desplegar una estrategia destinada específicamente a los catalanes que realmente pueda funcionar.

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