Los colectivos, como los individuos, tienden a explicarse el pasado de forma que resulte coherente y más ‘habitable’. Algunos hechos se difuminan en una especie de nebulosa mientras se resaltan y embellecen otros. La memoria procesa los hechos de este modo para protegernos, permitirnos superar experiencias desagradables y seguir adelante, y sin que nosotros prácticamente nos demos cuenta.
Esto es lo que, pese al poco tiempo transcurrido, está ocurriendo en una parte del independentismo, y muy en especial en CDC. De algún modo, tienden a rememorar el relevo de Artur Mas por Carles Puigdemont en positivo, como si formara parte de un plan prediseñado, y no como lo que fue en realidad, un grave accidente fruto de un ominoso chantaje político.
Sin duda, ayudan a esta reelaboración las virtudes personales que muchos descubren o confirman en el nuevo ‘president’. A ellas se suman otras, que actúan por contraste: Puigdemont se halla menos expuesto en aquellos flancos que los adversarios de Mas eligieron para intentar doblegarlo. Los convergentes y muchos independentistas se felicitan por ello, aunque saben que tarde o temprano alguien encontrará los puntos débiles de Puigdemont (reales o no, ya que lo que más importa es que resulten creíbles).
Mientras tanto, el ‘president’, que tiene una buena hoja de servicios como alcalde de Girona, se explica con facilidad y es un tipo leído, estará protegido, pues los tres grandes factores de erosión de la figura de Artur Mas son inoperantes en su caso. Eso, como decíamos, supone una gran ventaja.
En primer lugar, a Puigdemont no se le puede relacionar con Jordi Pujol, su familia y los escándalos de corrupción que pesan sobre ellos. Ni fue colaborador del fundador de CDC ni su sucesor. Tampoco se le puede vincular a los casos que atañen al partido, pues Puigdemont no ha tenido cargos orgánicos importantes en su aparato central. Por lo tanto, es complicado tratar que la supuesta corrupción pueda mancharle.
En segundo lugar, el actual jefe del Ejecutivo catalán es independentista desde siempre. No alguien que ha pasado a serlo. En el caso de Mas, su condición de ‘converso’ fue utilizada –tanto por independentistas de toda la vida como por el españolismo– para poner constantemente en cuestión su sinceridad personal y la credibilidad del proyecto convergente.
Por último, a Puigdemont no se le pueden reprochar las medidas adoptadas en los años de crisis, los famosos recortes. La oposición llegó a sugerir que Mas recortaba no por obligación, sino porque era su objetivo y su secreto deseo. Que el republicano Oriol Junqueras tenga en el área económica y financiera su principal responsabilidad otorga a Puigdemont una protección extra de la que Mas, al frente de gobiernos monocolor, no disfrutó.