No voy a dedicar estas líneas a Félix de Azúa. Sus mentiras sobre Catalunya y los catalanes son una bajeza moral, ya que sólo desde la maldad puede alguien –a nos ser que sea un ignorante total, que no es el caso– mentir gravemente a sabiendas del mal que inflige. Voy a dedicar estas líneas a algo que no considero en absoluto fruto de la maldad, pero, en cambio y en parte por ello mismo, sí mucho más preocupante.
Hablo del manifiesto promovido por el grupo Koiné y la plataforma Llengua i República, en que se reclama que el catalán sea, en una futura Catalunya independiente, la única lengua oficial.
Como carezco de espacio suficiente, voy a limitarme a enumerar algunos de mis argumentos contra dicho manifiesto.
-El manifiesto sueña con regresar a una Catalunya ancestral e idealizada, fruto de un relato bañado en romanticismo. Mi pregunta es: ¿por qué es más normal y deseable el ‘una nación, una lengua’ que, por ejemplo, ‘una nación, dos lenguas’ (el “un sol poble” ‘psuquero’)? Es contra este tipo de esquematismo decimonónico el que catalanismo ha venido luchando desde hace muchísimo tiempo.
-Catalunya no volverá a ser (si es que lo fue alguna vez) la Catalunya que evoca el texto. Ni uno puede bañarse dos veces en el mismo río ni una nación regresar al pasado. Catalunya será los que los catalanes de nuestros días y del futuro vayan queriendo que sea.
-El manifiesto cae en un error de base, que es confundir a las personas que tienen el castellano como primera lengua, con la propia lengua y con el Estado español.
-No es razonable atribuir los problemas que tiene el catalán exclusivamente a factores externos.
-Tampoco es aceptable desautorizar los datos positivos sobre el conocimiento y uso del catalán de que disponemossólo porque no encajan con la visión fúnebre que los autores del manifiesto.
-La Catalunya de hoy es una Catalunya con dos lenguas principales que conviven con muchísimas otras. Y con la ‘lingua franca’ global, el inglés. Ese modelo convivencial, esa diversidad, no es únicamente una circunstancia. Constituye un valor en sí mismo. Y es parte de la identidad de la Catalunya contemporánea. Algo que nos hace envidiables como pueblo y suscita admiración. A ello aludía Bill Clinton en 2001 al señalar que el futuro del mundo será “catalán o talibán”.
-La medida propuesta, la oficialidad única del catalán, no ayuda, a mi entender, al objetivo de salvaguardar, potenciar y prestigiar el catalán. Los instrumentos y las medidas que hay que tomar son otras.
-Finalmente: el manifiesto no puede ser más inoportuno. No solo porque supone una preciosa ayuda para los ‘félixdeazuas’ de turno, sino sobre todo porque genera división y enrarece el ambiente en Catalunya en un momento crítico. Me deja perplejo que los impulsores del manifiesto no lo vean o no lo quieran ver.