No resulta nada fácil en estos tiempos interpretar según qué actos o actitudes políticas. Tomemos por ejemplo el encuentro entre Rajoy y Puigdemont del miércoles. ¿Por qué reunirse precisamente ahora, con el presidente español en funciones y nuevas elecciones a la vista? La respuesta automática: porque a ambos les conviene. Punto final. Pero, ¿es tan sencillo? Intentemos verlo desde la perspectiva de uno y luego del otro.
Empecemos por Puigdemont. El ‘president’ decide cambiar el paso y, tras sondear a La Moncloa, pedir la reunión. Dos tipos de motivos parecen concurrir. Por una parte, intentar encauzar la resolución de algunos problemas graves que agobian a la Generalitat. Por otra, destensar el ambiente, algo en lo que no ha dejado de trabajar Puigdemont desde que substituyó a Mas. Este proceder tiene la virtud de subrayar la que es una divisa esencial del movimiento independentista, de conectar con el espíritu de la llamada ‘revolución de las sonrisas’. Se trata de ser exquisito en las formas y, a la vez, absolutamente decidido y firme en el objetivo, sin dudar de la razón democrática que lo asiste.
Además, Puigdemont seguramente calcula que la lucha por el referéndum y la independencia va a ser larga, dura y penosa. Por consiguiente, mejor no desgastarse en pulsos y tensiones inmediatas y prescindibles. Hay que guardar cuantas energías sea posible.
Pero, ¿qué sucede con Mariano Rajoy? Su gestión de la entrevista con Puigdemont ha sido extraña. Él, como el ‘president’, extremó en La Moncloa la amabilidad en el trato pese a rechazar de plano el referéndum. El líder del PP compareció en rueda de prensa, mientras el partido lanzaba mensajes en las redes sociales (“El Gobierno de @marianorajoy se ha volcado con Cataluña en esta legislatura”) proclamando lo mucho que supuestamente hace por Catalunya. Era como decir: ¿de qué viene a quejarse este ahora? Recordemos que Carles Puigdemont se presentó con un documento con 46 reclamaciones concretas. Luego, el viernes, el ejecutivo español presentaba ante el Constitucional tres recursos más contra leyes catalanas.
El PP lanzaba, pues, dos mensajes a la vez, que supongo que cree complementarios: a) Rajoy no está aislado, no rechaza hablar con nadie, es dialogante; y b) Rajoy no va a ceder ni un milímetro ante el soberanismo y va a persistir la mano dura contra la Generalitat.
Ya digo: puede que Rajoy y el PP estén convencidos que son mensajes complementarios, es decir, que suman y contentan a más ciudadanos. Pero es muy probable que lo que ellos consideran complementario resulte en realidad contradictorio: es decir, que reste. Que, lejos de contentar a electores de distintas sensibilidades, provoquen lo contrario: irritar a la vez a unos y a otros, y no