Las manifestaciones de ayer reunieron a una auténtica multitud. Sin embargo, participó menos gente que en los últimos años. Fue así a pesar de que era la primera convocatoria con un Parlament dominado por una clara mayoría independentista y de que las dos principales autoridades del país, el president Carles Puigdemont y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, se sumaban por primera vez a los manifestantes.
La verdad es que tal como han ido sucediéndose los hechos, los hechos reales, por decirlo así, lo extraño sería otra cosa. Han pasado más de seis años desde la estúpida sentencia del Constitucional. Hay fatiga. También desconcierto por el comportamiento con frecuencia mezquino de los partidos. O por la facilidad con que brotan discusiones para la mayoría incomprensibles y enojosas. No parece, además, y contra lo que anuncian los políticos, que el referéndum o la independencia estén a la vuelta de la esquina.
En todo este tiempo, las actitudes del Gobierno, el PP, el PSOE y las élites mediáticas, funcionariales y económicas españolas no han variado. Rajoy y el Gobierno, en concreto, se han negado ciegamente a cualquier tipo de diálogo con Catalunya. Los que confiaban en que, al darse cuenta de la magnitud del asunto, el PP intentaría buscar una solución, hablar o pergeñar una propuesta se han quedado con un palmo de narices.
No solo eso. Su agresividad ha ido in crescendo . Aparte de la guerra sucia contra el independentismo, de la que nadie parece escandalizarse en demasía, han abundado la instrumentalización de la justicia y astracanadas como la reciente salida de pata de banco de la fiscala general o el uso de la ley de partidos contra el Partit Demòcrata, la antigua Convergència.
Es como si el Madrid oficial y sus tentáculos creyesen más en la posibilidad de la independencia que muchos ciudadanos independentistas desencantados.
Ante este panorama de bloqueo y ataques, es lógico que una parte notable del independentismo pierda la imprescindible paciencia y exija algún movimiento determinante, acometer algún tipo de acción unilateral que dé un vuelco a la situación. Es el famoso t enim pressa, el A punt del lema de ayer e incluso la utilización, sacándola de contexto, de una frase del discurso de Jordi Carbonell en la Diada del 76: «Que la prudència no ens faci traïdors».
Permítaseme citar el fragmento completo, mucho más inspirador que solo una parte: «Molts pensen que som massa moderats; el nostre poble és moderat. Ara, som intransigents en la nostra moderadíssima posició perquè no volem que la prudència ens faci traïdors. Els qui estan acostumats a actuar amb la contundència i amb la duresa que els permet la força, que no s’equivoquin: moderació no és feblesa».