Ada Colau y su gente, ahora con el PSC a bordo, tienen, y no dejan de demostrarlo, una enorme capacidad para la propaganda política. La tenían cuando sólo eran activistas y la tienen ahora. La alcaldesa atesora –además de un innegable carisma personal- un probado instinto y habilidad para llegar a su público a través de las palabras o los gestos adecuados, casi siempre empapados de emotividad.
Se puede alegar, con razón, que sólo con palabras y gestos no basta. O que una cosa es el bla, bla, bla –lo que ahora se llama ‘postureo’- y otra infinitamente más compleja gobernar. A pesar de todo, no hay que despreciar el talento para idear y lanzar los mensajes adecuados, pues extienden y afianzan una cierta mirada sobre el mundo. Como diría el sardo Gramsci, a quien Pablo Iglesias ha vuelto a poner de moda, construyen una hegemonía.
La última polémica relacionada con lo que quiero decir tiene que ver con el Born Centre Cultural y la futura exhibición de una estatua ecuestre de Franco –a la que le falta la cabeza- como reclamo exterior para la exposición ‘Franco, Victòria, República. Impunitat i espai urbà’. Algunos se han indignado por la utilización de la estatua.
A mi entender, la cuestión es otra. Colau ha querido dejar claro, y en un lugar emblemático para el independentismo, que no va a supeditar su cosmovisión a la cosmovisión independentista. Va a utilizar la cultura en sentido político, es decir, para establecer sobre qué hay que pensar y cómo hay que pensarlo. Que el Born aloje las ruinas de 1714 no le ha arrugado –quizás todo lo contrario-, como no se arrugó al elegir al pregonero de la Mercè aun sabiendo que el nombre enojaría a una parte del independentismo.
Pero no siempre los mensajes municipales tienen que ver directamente al independentismo. Es el caso, por ejemplo, del contador de muertos en el Mediterráneo que ha mandado instalar Ada Colau. A primera vista puede parecer un gesto meramente reivindicativo, incluso un poco naíf. Pero va mucho más allá. Les traslado una penetrante reflexión del escritor Melcior Comes sobre el asunto. Imaginemos que el Gobierno (ahora en funciones) no estuviera en manos del PP sino que el presidente fuera Pablo Iglesias. Seguirían muriendo los mismos niños, mujeres y hombres en el mar. Sin embargo, ¿no se ahorraría entonces la alcaldesa su marcador?
Los adversarios de Ada Colau han de tomarse todo esto muy en serio. En el caso de los independentistas, deberían ser lo suficientemente inteligentes para desarmar la propaganda con argumentos y razones. Además, es urgente que se vacunen contra la ‘rauxa’ o el acto reflejo, para evitar así que el enfado –aunque pueda ser justificado- les haga aparecer a ojos de los ciudadanos como una parodia de sí mismos.