El nuevo episodio en la lucha por la hegemonía en Catalunya podría tener muchos títulos. Por ejemplo, si tomamos la saga ‘La Guerra de las Galaxias’, quedaría bien llamarlo ‘El retorno del Jedi’ o, tal vez y según los gustos, ‘Una nueva esperanza’ o ‘La venganza de los Sith’.
En unos días, Carles Puigdemont devendrá eurodiputado de pleno derecho. Tras haber visto como se le impedía convertirse en presidente de la Generalitat, pese a habérsele permitido ser candidato y haber ganado las elecciones, ahora Europa se presta a acogerle como miembro de su cuerpo legislativo, condición que le concede la inmunidad.
Puigdemont, el “golpista”, el “prófugo”, el “delincuente”, tendrá voz y escaño en el Parlamento Europeo. Lo ha hecho posible que Marchena y compañía preguntaran al Tribunal de Justicia de la UE si Junqueras tenía inmunidad tras haber sido elegido eurodiputado e, incomprensiblemente, siguieran adelante como si nada, sin esperar a la respuesta. Luxemburgo, como se sabe, admitió la inmunidad de Junqueras (y junto a él, de Puigdemont, de Comín y, cuando el Reino Unido salga de la UE, de Clara Ponsatí.). A partir de aquí, el embrollo presenta dimensiones cósmicas.
Gracias pues, a Junqueras, Puigdemont tendrá sueldo e inmunidad. Y, como eurodiputado, un altavoz mayor para seguir denunciando al Estado español y, a la vez, liderar el conglomerado independentista reunido bajo la enseña de Junts per Catalunya.
Puigdemont regresa a la lucha gracias a su adversario Junqueras (y al disparate de Marchena), he aquí la gran paradoja, la ironía de esta historia. Uno y otro de nuevo frente a frente, compitiendo por ganar las próximas elecciones catalanas. Junqueras sufre el gran handicap de estar en prisión, por lo que sus movimientos y su voz se hallan restringidos. A su favor, dos elementos muy importantes: un partido disciplinado y las encuestas otorgándole repetidamente el primer puesto.
Puigdemont, por su parte, podrá exprimir su puesto de eurodiputado en su ofensiva. La historia, por su parte, le favorece: cuando se ha enfrentado a Junqueras en las urnas le ha derrotado. Aunque el ‘expresident’ suscita recelos, también en parte de los suyos, su condición de símbolo del independentismo -no hay que olvidar que fue él quien declaró la independencia, aunque fuera ilusoria, en el 2017- le da un atractivo difícil de acotar. Además, cuenta con un as en la manga: Torra convocará elecciones cuando él se lo diga (eso sí: mientras éste continue siendo ‘president’, periodo que puede ser corto o más o menos largo).
La batalla entre Puigdemont -metáfora de Edmundo Dantès, el Conde de Montecristo, en constante forcejeo por liberarse- y Junqueras -de Nelson Mandela, amasando el futuro tras de los barrotes- se producirá, asimismo, en un terreno desconocido e inestable. Si, como todo indica, Junqueras convierte a Pedro Sánchez en presidente, la suerte de ERC dependerá de hasta qué punto el socialista cumple con lo comprometido. Puigdemont lo sabe, e impugnará y censurará el pacto con el PSOE y, con este, la estrategia de Junqueras a favor de la negociación, el realismo y la paciencia.