Vuelve a la carga el ‘president’ Puigdemont. Esta vez con un artefacto político diseñado a su medida, una hibridación de movimiento civil y partido clásico. El objetivo es claro: ganar de nuevo las elecciones a ERC, como hizo en dos ocasiones anteriores. El último sondeo publicado por EL PERIÓDICO DE CATALUNYA deja la puerta abierta a otra remontada. Sea como fuere, seguramente la próxima contienda tampoco servirá para sentenciar sobre la hegemonía política en Catalunya.
En ERC están nerviosos, muy nerviosos. Y es lógico. Por la fuerza motriz de Carles Puigdemont y porque las dos grandes bazas que planeaban jugar se han diluido tristemente. Por una parte, la mesa de negociación con el Estado se encuentra encallada por la falta de interés tanto de Pedro Sánchez como de Quim Torra. Por otra parte, difícilmente los republicanos van a poder reivindicarse como buenos gestores. Por desgracia, el manejo de la pandemia por parte de la Generalitat, y de los consejeros de ERC, ha evidenciado tantas carencias y ha caído en tantos errores como el Estado.
Además, si JxCat consigue transformar la carrera electoral en un cara a cara simbólico entre Pere Aragonès, el candidato de ERC, y Puigdemont, los primeros tienen mucho que perder y muy poco que ganar.
Puigdemont y el conglomerado que es JxCat se sitúa, y seguirá ahí, en el centroizquierda. Por tanto, el choque se producirá en el flanco de la estrategia. Se tratará de responder a la pregunta: ¿qué hacer? Y, guste más o guste menos, se ha constatado que la narrativa emocional, de la confrontación, de la épica y la apelación al pueblo de Puigdemont posee un gran atractivo.
Los hándicaps de JxCat son, a mi entender, dos. El primero, que Puigdemont no puede ser presidente de la Generalitat -se dice que su candidata sería Laura Borràs, hoy en manos del Supremo acusada de irregularidades cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes-. El segundo problema es el voto soberanista realista o pragmático, que puede ir a parar a formaciones que ni comparten la estrategia de Puigdemont ni la ideología de izquierdas que empapa JxCat. Hablo de PDECat, PNC, Lliures, Convergents, etcétera. Veremos hasta qué punto existe ahí una bolsa de electores inmunes al híperliderazgo puigdemontista.
Un panorama ni radiante ni dichoso
La batalla entre Puigdemont y ERC, a tenor de lo ocurrido en el seno del Govern hasta ahora, puede llegar a ser dura, incluso cruel (el recién publicado libro de Puigdemont, ‘M’explico. De la investidura a l’exili’, no ayuda a calmar las aguas). Analizado desde una óptica independentista no obstinadamente partidista, el panorama, pese al previsible triunfo de las fuerzas que lo representan, no es radiante ni dichoso.
Por ejemplo: ¿tras lo sucedido estos últimos años y a la vista de las pésimas relaciones existentes entre ellos, es imaginable, es justificable ante los ciudadanos, un nuevo Govern de JxCat y ERC? Lo ideal sería que unos y otros se enmendasen, y compitieran desde el respeto y la complicidad. Pero, aparentemente, eso es pedir peras al olmo.