En ‘Rocky III’ (1982), Rocky Balboa, campeón del mundo, cae derrotado por los puños de hierro del salvaje Clubber Lang. Es su rival y amigo Apollo Creed quien le empujará a entrenar duro antes de subir al ring de nuevo para vengarse de Clubber, al que conseguirá vencer en un combate absolutamente agónico.
Xavier Trias, alcalde de Barcelona entre 2011 y 2015, y único convergente que ha conquistado el puesto, no ha competido desde la derrota de 2015 a manos de Ada Colau. La candidata, después alcaldesa, no se ahorró en aquella campaña ni el juego sucio ni los golpes bajos. Al contrario, insistió en la mentira publicada por un diario de Madrid, aireando que Trias tenía una fortuna en dinero negro escondida en Andorra. Recordemos, por ejemplo, cómo Colau inauguró su campaña: “El próximo 24 de mayo [de 2015, día de las elecciones] podremos elegir entre la mafia y la gente, entre CiU y Barcelona en Comú”.
Trias, un señor de Barcelona, no quiso intercambiar golpes en ese terreno, rehusó enfangarse, y se limitó a encajar las falsedades que repetían los ‘comuns’. Esa fue una de las causas, en absoluto la única, que le condujeron a perder la alcaldía.
La probable irrupción de Trias en la batalla de Barcelona del próximo mes de mayo no es una anécdota. Pese a que es muy difícil que gane y recupere la vara, su presencia alteraría completamente los cálculos y las estrategias que los demás han realizado. Si hasta ahora el Ayuntamiento de Barcelona era un trofeo reservado a tres jugadores, ahora Colau, Maragall y Collboni tendrían que contar con el exalcalde.
Las posibilidades de Trias no pasan, como en el caso de Rocky, por la mirada de tigre, sino por conseguir enmarcar la campaña como una lucha entre él, un convergente clásico con toda una vida política a sus espaldas, y la alcaldesa y su proyecto para Barcelona, que se ha venido desarrollando y mostrando durante los siete últimos años.
Si quieren tener opciones, los responsables de una eventual campaña de Trias deberán hacer lo que sea para que la lucha por la alcaldía sea percibida por los ciudadanos básicamente como un dilema: o Trias o Colau. Es un planteamiento atractivo y que se apoya en una narrativa ancestral, la del héroe a quien se ha humillado injustamente, con malas artes, y regresa para vengarse. Para restablecer la verdad y el orden perdido, para poner las cosas en su sitio. Es una trama que, desde la ‘Odisea’, se ha venido empleando con éxito a lo largo de la historia.
Únicamente así puede el candidato Trias atraer a todos aquellos a los que no agrada o, directamente, detestan a Colau y su modelo de ciudad. Electores que no votarían a alguien obsesionado por la independencia, pero sí a un tipo pragmático y cercano como Trias. Este debería esforzarse en hacer que su figura trascendiera el perímetro electoral de Junts per Catalunya. Hay que tener en cuenta que, cuando fue alcalde, Trias lo logró con 14 concejales (2011). Cuatro años después, en 2015, obtuvo 10 -uno menos que Colau, que fue alcaldesa gracias al voto anti independentista de Manuel Valls. Finalmente, en 2019, la candidatura encabezada por Joaquim Forn y Elsa Artadi se desplomó hasta los 5. El consistorio barcelonés cuenta con un total de 41 concejales.
Justamente, como ha pasado otras veces, por ejemplo, con Jordi Pujol o Pasqual Maragall, en esta campaña la marca fuerte sería la del candidato, más que la de su partido o escudería. Añadiría que los peores enemigos de Trias, como él mismo ha verbalizado, no son otros que la división y el consiguiente desbarajuste que vienen caracterizando a Junts.
No en vano, lo primero que hizo Trias al trascender su nombre como posible alcaldable fue fijar condiciones a sus correligionarios. La primera, tener libertad para decidir quién le acompañaría en la lista. Trias no quiere a nadie que desafine ni enturbie su estrategia, a nadie que le impida llegar a un electorado muy amplio. Otra condición fue la de poder pactar, si se daba el caso, con el PSC, además de con ERC o los ‘comuns’.
Xavier Trias también amenazó con rehusar si el partido no se estabilizaba de una vez. Esto no ha ocurrido. No solo Junts ha salido del Gobierno de Pere Aragonès -algo que Trias no quería-, sino que en su seno existen dos clara facciones, la más próxima a los principios y valores convergentes (y de Trias) y la otra, la que acaudilla Laura Borràs y su pintoresca -por decir algo- camarilla.