Pedro Sánchez lanza la ‘Operación Franco’

Hubo un momento concreto de un día concreto en el que Pedro Sánchez tomó la decisión de luchar hasta el final. Que, si moría, sería matando. Ocurrió, apostaría, durante los cinco días que, en la primavera del año pasado, se dio para reflexionar sobre el porvenir. Para pensar si tiraba la toalla o no. Había tenido ya tiempo suficiente para darse cuenta de que la llegada de Alberto Núñez Feijóo al PP no cambiaba nada. Por el contrario, ese PP no sería menos agresivo ni más moderado que el de Pablo Casado. Y también que el intento de tumbarlo no conocería límites. Los ataques contra su mujer, que ya habían comenzado, le llevaron a replanteárselo todo. Sabía que, si optaba por continuar, la lucha sería desesperada, sin cuartel, a muerte. El enfrentamiento entre los dos grandes partidos españoles ha sido desde entonces salvaje, de una escalofriante dureza y crueldad. No puede extrañar, pues, que, como hace el PP, Sánchez utilice cualquier cosa a su alcance, lo que sea, contra el enemigo -el enfrentamiento entre unos y otros sobrepasa de mucho la consideración de adversarios.

Es en este contexto de lucha que hay que enmarcar la celebración organizada por la Moncloa para conmemorar los cincuenta años de la muerte de Franco, un centenar de actos bajo el lema “España en libertad” -recordemos que “libertad” es el ‘leitmotiv’ preferido de Isabel Díaz Ayuso. Naturalmente, las razones argüidas de forma oficial para la conmemoración son loables. Hacer pedagogía de la democracia nunca está de más, en ninguna parte. Menos aún en España y teniendo presente la situación internacional de hoy, cuando la ola de extrema derecha parece haberse desatado definitivamente y amenaza con desestabilizar Europa.

Es cierto, como se ha recordado sobradamente, que la democracia no llegó en 1975, cuando nadie sabía todavía qué tipo de futuro esperaba en España. Más aún: el hecho de que Franco muriera en el poder casi cuarenta años después de la guerra civil ilustra no el triunfo de la democracia, sino el fracaso de los grupos de oposición a la dictadura. La lucha contra el franquismo no logró acabar con el régimen. Como defienden algunos, teóricamente hubiera sido mejor tomar 1977 -primeras elecciones democráticas- o 1978 -Constitución-, pero eso obligaba a esperar dos o tres años más, demasiado tiempo para Sánchez.

Me inclino por pensar que, más allá de los argumentos oficiales, la conmemoración de la muerte de Franco no es otra cosa que munición para la guerra de Sánchez contra el PP. En un enfrentamiento en el que ambos han decidido que todo vale, esto no puede extrañarnos. No hay consideración alguna y les da lo mismo que, para ganar, se margine o se dañe el interés general. Bajo la loable intención declarada de defender la democracia, lo que se persigue es incomodar y poner en un aprieto a la derecha que Feijóo representa. Este es un objetivo que cumple mucho mejor Franco que las primeras elecciones democráticas o la aprobación de la Constitución. Una víctima colateral de la maniobra socialista es el rey Felipe VI, que se ha encontrado en medio del fuego cruzado, y que habrá que ver si participa y en qué grado lo hace en los actos programados a lo largo de este año.

De forma seguramente inevitable, el PP ha caído de bruces en la trampa. Ayuso fue la primera en protestar ostentosamente y acusar a Sánchez de haber enloquecido y buscar que haya enfrentamientos (“quemar las calles y provocar violencia”). Feijóo, menos exagerado, repite que los socialistas persiguen dividir a la sociedad y que todo es una cortina de humo de un Sánchez acorralado por la corrupción. Los populares se dan cuenta perfectamente de que la Moncloa está contraatacando, pero no saben cómo zafarse de la emboscada. Por un lado, no pueden sumarse a la conmemoración -su gente no entendería ni el repudio a Franco ni que se situaran del lado del Gobierno de izquierdas-; por otro, no pueden defender la dictadura franquista abiertamente. Feijóo está, en este asunto, atrapado, sin salida positiva posible. Los beneficiarios de la ‘Operación Franco’ son fundamentalmente dos: el PSOE y también Vox -recordemos que Vox es una escisión del PP por la derecha. Cuanto más tibio y vacilante se muestre el PP, mejor para los de Santiago Abascal, que observan la situación a distancia y con una sonrisa dibujada en los labios.

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