La impresión que CiU ha ofrecido en sus primeros 100 días en el Gobierno es que había preparado menos de lo que se suponía su acceso al poder. Que arrancaba con el motor frío. El retraso excesivo en algunos nombramientos, junto con los titubeos en otros, vendrían a demostrarlo. Han sido notables asimismo, sobre todo en las primeras semanas, los problemas en cuanto a comunicar con orden, coherencia y obedeciendo a una estrategia conjunta. Mención aparte en este capítulo cabe dedicar a las que fueron dos de las promesas electorales machacadas por la federación: la supresión de los 80 kilómetros por hora y la del impuesto de sucesiones. No era tan difícil explicar lo que se quería hacer. Sin embargo, los responsables que salieron a la palestra consiguieron sembrar una innecesaria confusión. Pero sin duda la principal preocupación de Artur Mas y su Gabinete han sido y son las finanzas de la Generalitat. La situación heredada del tripartito se ha revelado mucho peor de lo esperado, mientras que el Ejecutivo español no ha dejado de empujar al Govern para que lleve a cabo recortes absolutamente inasumibles. Por si fuera poco, José Luis Rodríguez Zapatero se niega a pagar lo que debe, intentando trasladar así parte del desgaste causado por la crisis. Mas está cargado de sólidas razones en este ámbito, razones a las que habrá que sumar la fuerza política suficiente para negociar con el Gobierno español que salga de las urnas en el 2012 sobre los dineros futuros de la Generalitat. Pese a todo, y pese a que es notorio que Mas espera a las municipales del 22 de mayo para enseñar del todo sus cartas, mi conclusión es que la gente, el ciudadano, comprende perfectamente que es hora de apretarse el cinturón, de hacer un serio esfuerzo. Incluso que valora la dura sinceridad del president y del Govern en este asunto. Otra cosa es que, por el prurito de salvaguardar el crédito ante los ciudadanos, de cumplir la prometido, el Ejecutivo catalán tal vez se haya equivocado al no aplazar la casi total bonificación del impuesto de sucesiones, ya que la decisión casa mal con el relato de «sangre, sudor y lágrimas» de estos primeros días y entorpece las negociaciones con el PSC sobre los presupuestos. Creo, quiero creer, que el Govern irá aprendiendo de sus desajustes iniciales y cogerá velocidad de crucero. Es imprescindible asimismo que no renuncie, todo lo contrario, a utilizar la que, a mi entender, es una de las principales bazas del Govern: su presidente. Porque Mas posee un gran capital personal, ganado a pulso. Es de esperar que progresivamente su liderazgo vaya cogiendo más relieve y sirva para afianzar el rumbo, lo que conlleva forzosamente ofrecer a los catalanes, también, ambición y esperanza en un mañana mejor y más próspero.