Se me pasó por la cabeza en un primer momento titular este artículo Chapa y pintura. Fue un flash. Enseguida me di cuenta de que era insuficiente e injusto, porque el congreso del PSC fue más que eso. Dadas la historia inmediata y las circunstancias en que se desarrolló, se podría decir que, si bien no puede celebrarse triunfalmente, sí que puede afirmarse que el cónclave del fin de semana les salió a los socialistas catalanes bastante bien. Más, como apuntaba, de lo esperado y esperable.
En primer lugar, hay que consignar que Pere Navarro ha demostrado que él y los que le apoyan, entre ellos el poderoso José Zaragoza, no solo controlan el partido, sino que el partido está mayoritariamente con ellos. El porcentaje de votos obtenido permite, a mi entender, llegar a esta conclusión. Navarro es un señor agradable y con un discurso estructurado. Quizás no es un ideólogo ni tiene el carisma de Kennedy, pero eso no quiere decir que no sea el adecuado para tomar el volante del PSC en estos momentos de dificultad.
Tras la retirada de Miquel Iceta, primero, y el leridano Àngel Ros, luego, a Navarro solo le quedó en frente Joan Ignasi Elena, encuadrado en el llamado obiolismo. Sacó una cuarta parte de los votos, que pueden parecer muchos, pero si se considera que contó con el apoyo de Ros –que ha devenido una especie de notable del partido-, pues no son tantos. Con Navarro fueron encumbrados Antonio Balmón, personaje de gran sentido común y al que conviene seguir de cerca, Daniel Fernández, Josep Mayoral (hombre de confianza de Navarro ), y Núria Parlón.
Es cierto que el coche, su mecánica y su motor siguen siendo básicamente los mismos desde el congreso de Sitges de 1994, cuando los llamados capitanes tomaron el poder en el PSC. Pero, probablemente, no podía ser de otra manera. Es decir, tal vez un cambio más radical del que se ha producido habría desencajado la máquina, con el grave peligro de que quedara fatalmente averiada.
El PSC ha reordenado sus filas, lo que le ha de permitir una mejor coordinación y funcionamiento. Sin embargo, los problemas de los socialistas siguen ahí. El principal, volver a ser una opción atractiva y recuperar la confianza de aquellos miles y miles de catalanes que les han dado la espalda. Para ello, eran aconsejables la reparación y la puesta a punto que se ha llevado a cabo, pero también otras cosas: un destino definido, una ruta bien trazada.
Que Carme Chacón pueda convertirse en la número uno del PSOE es un elemento nuevo que no hay que obviar, puesto que tanto su éxito como su fracaso encierran potenciales riesgos para el PSC. Un PSC que tal vez, aunque no es seguro, sea un PSC de transición. Un PSC que limitaría al sur con lo viejo y al norte con algo nuevo y aún por hacer.