Nos encontramos a las puertas del comienzo de la campaña más decisiva para el futuro de Catalunya desde 1980. Es esta una cita extraordinaria, ya que, amén de llegar antes de alcanzarse el ecuador de la legislatura, presenta un marcado carácter plebiscitario. CiU y el resto de fuerzas partidarias de convocar un referendo sobre la autodeterminación «prioritariamente dentro de la próxima legislatura» concurren antes los ciudadanos para pedirles que avalen esa consulta. Se trata de CiU, ERC, ICV y Solidaritat. Como se recordará, el PSC se abstuvo, mientras PP y Ciutadans se pronunciaron en contra de la resolución, votada por el Parlament el 27 de setiembre.
Para empezar, pues, hay que ver si los partidos que apoyaron la resolución obtienen una mayoría amplia. El objetivo son los dos tercios del Parlament, o sea, 90 diputados. No parece nada difícil que tal meta se alcance, al menos a la vista de los sondeos publicados hasta hoy.
Un segundo elemento muy importante a dilucidar es si Artur Mas , que es quien lidera de forma muy evidente el proceso de Catalunya en pos de su autodeterminación, va a conseguir la mayoría absoluta (68 diputados). La mayoría absoluta es clave tanto para los planes soberanistas de un previsible nuevo Ejecutivo de CiU como para afrontar la terrible situación económica, asuntos por lo demás íntimamente relacionados. La mayoría absoluta daría a Mas la fuerza política –y simbólica– que sin duda necesita. Sin embargo, no parece tenerla asegurada. Dependerá mucho de si ante las urnas funciona el voto útil y en qué medida. La suerte para CiU es que ese voto útil puede activarse de dos formas. Por una parte, entre aquellos independentistas que opten por apoyar al president para impulsar el proceso en marcha. Por otra, entre los sectores que prefieran a una CiU con mayoría absoluta para evitar que la federación nacionalista pueda aliarse con ERC (toda vez que no es imaginable que el apoyo del PP se renueve). Por último, pero en absoluto irrelevante, está la cuestión del PSC. Los socialistas afrontan los comicios más complicados de su historia.
El sentido común indica que un derrumbe del PSC que le convierta en un actor prescindible (en especial a ojos del PSOE) no haría más que hacer menguar las posibilidades de una eventual negociación entre el Estado y la Generalitat para ofrecer una respuesta satisfactoria a las ansias de autodeterminación e independencia de los catalanes. Además de por su papel en una posible negociación, que el PSC aguante el tipo y mantenga la cabeza fría puede resultar positivo también en el ámbito interno catalán, donde es imprescindible hacer compatibles la discusión democrática con el mantenimiento de la convivencia y cohesión social.