¿Por qué el president Mas , aun venciendo claramente, se quedó lejos de una mayoría absoluta que muchos creían muy probable? Seguramente, en parte, justo por eso: porque muchos pensaron que iba a tener mayoría absoluta o se iba a quedar verdaderamente cerca de los 68 diputados. Que el resultado del 25-N, en ese aspecto, estaba cantado. Que pudiera perder escaños era algo que casi nadie imaginaba, mucho menos que CiU pasara de 62 a solo 50.
Como escribí antes de que se abrieran los colegios electorales, una parte del desenlace dependía de la batalla por los indecisos en el campo soberanista, en la que competían dos grandes ofertas, aunque no únicas: por un lado, CiU y, por otro, la nueva ERC de Oriol Junqueras .
De esta batalla salió Esquerra muy bien parada, hasta el punto de sumar 21 diputados, más del doble de los que tenía. Los análisis sobre los trasvases de votos parecen confirmar que los republicanos se llevaron el gato al agua en ese pulso. Me aventuro a especular que en su cálculo los indecisos dieron por descontado que Mas lograría un liderazgo reforzado. Amén de esto, la preferencia por ERC pudo verse favorecida también por el afán de garantizar que CiU cumpliría su promesa de referendo; por el agudo malestar por la austeridad y los recortes, y por las sospechas de corrupción atizadas por la publicación del informe policial fantasma lanzado en plena campaña.
Tras el cómputo de papeletas, ERC se halla ante el enorme reto de interpretar adecuadamente el mandato democrático de los catalanes. Dada la trascendencia histórica de la próxima legislatura, a la que los republicanos apelaron constantemente durante la campaña, sería natural que ERC se implicara plenamente en la gobernación de Catalunya. Si no lo hace y opta por un pacto con CiU pero desde fuera del Ejecutivo, debe tener claro que ha de estar a las verdes y a las maduras, no solo a las maduras. Eso significa responsabilidad, lealtad y capacidad de aguante. Valentía y patriotismo.
Pese a haber cosechado un resultado menos desastroso de lo vaticinado, al PSC se le han complicado más si cabe las cosas tras las acusaciones sobre una supuesta trama de corrupción que afecta a varios destacados miembros del partido, entre ellos al alcalde de Sabadell, Manuel Bustos , y al secretario de organización, Daniel Fernández . Esperemos que el resto de partidos respeten la presunción de inocencia y no aprovechen la triste circunstancia de forma partidista y mezquina. Más allá de este asunto, el socialismo catalán tiene pendiente una profunda labor de reflexión y de reconstrucción de su espacio político. De reconexión con el complejo espacio de centroizquierda. Llega también para ellos la hora de la verdad.