Tiene gracia que desde Unió Democràtica se lamente que, pese a ceñirse al discurso oficial, Josep Antoni Duran Lleida reciba todo tipo de amonestaciones y reproches cuando hace según qué declaraciones. Es cierto. Y llevan razón en Unió cuando constatan que la misma frase en boca de Duran o del president Mas es interpretada de formas totalmente distintas. Pero es que eso siempre ha sido así. El emisor forma parte del mensaje, de su significado. El asunto en verdad relevante, el que debería merecer la atención y reflexión de la cúpula de Unió es otra: por qué, qué es lo que hace que todos atribuyan a Duran intenciones que, esas sí, se apartan del rumbo oficial.
En cualquier caso, lo cierto es que a lo largo de los años Duran ha ido acumulando recelos y antipatía entre los dirigentes, militantes y simpatizantes de Convergència. Es lógico que ante la tensión propia del momento político que vivimos en Catalunya esos recelos y antipatía se exacerben y afloren con mayor facilidad. Tanto es así, que en los últimos días Mas ha tenido que emplearse a fondo para que se rebaje el tono e intentar que la situación entre Unió y CDC no se desmadre. La mala relación entre Duran y Convergència resulta tan evidente que se me hace difícil pensar que el líder democristiano pueda volver a encabezar una candidatura electoral de CiU. Igualmente, es posible que pronto veamos a Duran apartarse de la primera línea política.
Pese a todo, no creo que, aunque sigan los roces y los codazos, CiU vaya a romperse. Por el momento –y mientras el objetivo sea un referendo o una consulta legal– no asistiremos al divorcio. Por varias razones. La primera, por responsabilidad. Haría mucho más débiles a unas fuerzas –CDC i Unió– fundamentales tanto para el gobierno de Catalunya como para llevar a buen puerto el proceso soberanista.
La segunda razón atañe a Unió. La teoría de que existe una nutrida franja de electores moderados a quien la apuesta soberanista de CiU deja huérfanos –teoría con gran predicamento en ciertos ambientes– está por demostrar. O sea, que no hay que descartar que una Unió que, imaginemos, concurriera sola a las urnas cosechara un resultado muy modesto o, directamente, desastroso. Dicho de otro modo: la mejor manera de garantizar el futuro de UDC es mantenerla en CiU.
Finalmente, porque el divorcio castigaría más a quien la provocara. A nadie le interesa aparecer como el dinamitero de la federación. Pero con una diferencia nada despreciable: mientras para CDC el coste sería real pero bastante soportable, no está claro que Unió al completo siguiera a Duran si este eligiera la ruptura. Cabe imaginar, por el contrario, que una parte optara por CDC, por otro partido o por quedarse en casa.