Podría pensarse que, dada la situación de Catalunya, inmersa en un muy duro, excepcional y no exento de riesgos pulso con el Estado, las cosas deberían discurrir por otros caminos. Sin embargo, aquí tenemos a la fuerza política gobernante, liderada por Artur Mas , intentando denodadamente, pero con escasas posibilidades de éxito, que Esquerra o el PSC o ambos permitan aprobar los presupuestos de la Generalitat para el 2015. Podría pensarse que la dureza de la crisis debería favorecer la colaboración, el dejarse de tonterías para remar todos en la misma dirección, el arrimar el hombro. No es así. En estos momentos, los presupuestos de CiU tienen padre –la propia federación nacionalista– pero no tienen madre, y sin madre no habrá parto feliz. El president Mas acabará obligado a la prórroga, es decir, a la reedición de las cuentas del 2014. Prorrogar es siempre una mala salida, por la debilidad política que demuestra y también por las dificultades y restricciones que acarrea en cuanto a las inversiones y los gastos. Pero, si no cambian las cosas, eso es lo que sucederá. Entre los argumentos de la oposición para dejar sola a CiU hay de todo, como en botica. Por ejemplo, están los que dicen que, como parte de la previsión de ingresos depende de la actitud del Gobierno de Rajoy , incluirla es un brindis al sol, un fer volar coloms , vaya. Y, por consiguiente, es casi seguro que se convertirá en más déficit y más deuda. Lo cierto es que Mas-Colell se ha negado esta vez a pintar los ingresos y ha querido poner la pelota –o parte de ella– en el tejado estatal. Están también los que se quejan de que las cuentas son poco sociales, pero justamente si Mas-Colell ha incluido partidas muy poco seguras en los ingresos ha sido, además de para poner en evidencia a Rajoy , para no tener que recortar más. En todo caso, los que merecen un premio a la mejor tragicomedia son quienes conjugan las dos críticas. Y denuncian que los presupuestos resultan fantasiosos y a la vez los tachan de antisociales. Otros motivos están directamente vinculados al ya aludido contencioso con el Estado, el llamado procés . Mientras unos, los socialistas, mezclan presupuesto y hoja de ruta soberanista porque rechazan un anticipo electoral, Esquerra hace lo mismo –poner juntas sobre la mesa las dos cosa–, ansiosa de que los ciudadanos voten –y les voten– lo más pronto posible. Es curioso lo de Oriol Junqueras –supongo que algún día lo aclarará–, pues ha roto la alianza con CiU a raíz de la consulta popular de noviembre. Es decir, castiga al president Mas justamente por sacar las urnas a la calle, principal exigencia de los republicanos para firmar el pacto de gobernabilidad con CiU en diciembre del 2012. El líder de ERC, para más inri y confusión, fue voluntario del 9-N y se sumó a la celebración del éxito de la jornada.