Estos días ha estallado una nueva polémica –y van…–entre CDC y Unió. Josep Antoni Duran Lleida se ha mostrado indignado a raíz de la abstención de los convergentes a la tramitación en el Congreso de la reforma del Código Penal para combatir el yihadismo, pactada por PP y PSOE. Duran esgrime un supuesto acuerdo para votar todos lo mismo, esto es, que sí , algo que los convergentes niegan. Los argumentos de éstos a favor de la abstención son de peso, pues, como ha señalado Pere Macias , votar afirmativamente podría parecer un aval a «una auténtica barbaridad». (El texto equipara al terrorismo cualquier intento de «subvertir el orden constitucional» o «desestabilizar el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del estado», algo que representa una clara amenaza al soberanismo).
Todo indica que Duran ha elegido amplificar un choque que cree ventajoso para su posición. La supuesta deslealtad convergente tiene la virtud de cohesionar a los dirigentes de su partido en torno a él, la presunta víctima –en su condición de portavoz en el Congreso- de la jugarreta. Y es del todo lógico que Duran busque que hagan piña a su alrededor, que reclame la solidaridad y el calor entre sus filas. Sabe cuál es el escenario que seguramente se avecina.
Parece que se esperará a después de las elecciones municipales de mayo para presentar públicamente la llamada hoja de ruta independentista, hoja de ruta que en estos momentos está en plena fase de elaboración. Con seguridad, la hoja de ruta supondrá que CDC asuma en su programa para el 27 de septiembre (elecciones al Parlament) la meta de la independencia. Duran lo rechaza. Por lo tanto, resulta previsible que entonces llame a los suyos a romper la federación.
Este será el momento de la verdad para Duran , que ya no tiene el control sobre el conjunto de Unió (dirección, militancia, votantes) de antaño. Mi opinión es que si Duran acude a las elecciones en solitario por primera vez en la historia –utilizando, quizás, la plataforma Construïm, recientemente alumbrada– el resultado será muy discreto.
De lo que se decide el 27 de septiembre lo más importante no es, sin embargo, la peripecia política de Duran , sino si las fuerzas que defiendan el independentismo suman 68 escaños (la mayoría absoluta) o más en el Parlament. Por consiguiente, a lo que cabe prestar atención es a lo que decidan hacer los votantes de Unió. Aquí se halla el gran interrogante. ¿Cuántos de ellos va a conseguir atraer Duran y cuántos van a preferir apoyar a Artur Mas ? Esta es la pregunta que seguro que debe atormentar a Duran . Y con razón: probablemente muchos de los electores de Unió van a entender que su deber es dar su apoyo al president .