En el 2017, todo aquel que jugaba algún papel en el independentismo, en la política o en la sociedad civil, sospechaba, temía, que su teléfono móvil estuviera pinchado. En realidad, esa sospecha y ese temor existían desde hacía unos cuantos años. En el segundo grupo, el de los no políticos, se incluían activistas, periodistas, intelectuales, etcétera. Algunos incluso recibieron avisos concretos para que actuaran con prudencia. Fue en algún momento de ese período anterior al 2017 cuando muchos decidieron emplear la aplicación Telegram en lugar de WhatsApp. Recuerdo perfectamente que en esa época pregunté a un miembro destacado del Govern … Continuar llegint