Seguro que a muchos de ustedes también les ha sucedido. A veces, conduciendo de noche por alguna carretera secundaria, entrevemos ante nosotros una liebre o bien un zorro. El animal, sorprendido por los focos de nuestro coche, se queda ahí en medio, paralizado, sin acertar a echar a correr en una dirección o en otra. Pese a que cada fracción de segundo cuenta, pese a saber que cuanto más tiempo siga quieta más probable es su muerte, la liebre (o el zorro) es incapaz de hacer llegar instrucciones claras a sus patas para que estas se muevan y la saquen … Continuar llegint