Aparentemente, las cosas marchaban muy bien para ERC. El último paso en la supuesta buena dirección había sido la ruptura con Junts per Catalunya, que pasaba a los bancos de la oposición. Desde la II República no había tenido ni tanto poder ni controlado en solitario el gobierno de la Generalitat. Un paso adelante más y, soñaban Oriol Junqueras y los suyos, los posconvergentes se hundirían arrastrados por sus contradicciones y ellos lograrían la hegemonía en el campo soberanista. Luego solamente quedaría, con paciencia, torcer el brazo a un PSC encastillado en el área metropolitana de Barcelona. La estrategia fijada … Continuar llegint