El liderazgo de Artur Mas sufrió un duro revés en las elecciones del pasado 25 de noviembre. Las consecuencias negativas de ello para Catalunya son, en mi opinión, muchas. Más numerosas que las positivas. Pero, pese a lo sucedido, hoy el president aparece como imprescindible en tres interconectadas: el proceso hacia la autodeterminación, la recuperación económica y el mantenimiento de cierta estabilidad política. Él y CiU lo saben, y también los otros tres principales partidos, aunque sus perspectivas y sus análisis son muy diferentes. Veámoslo.
Empecemos por el PP. Los de Rajoy celebraron la pérdida de diputados de CiU, pero en estos momentos son perfectamente conscientes de que, con una eventual caída del president, el conflicto con Catalunya subiría mucho de tono y la comunicación se convertiría en imposible. Por eso a Rajoy le interesa que Mas siga donde está, aunque sea solo para ganar tiempo. Piensa que la crisis tocará fondo -está convencido de que alimenta enormemente el soberanismo- y que, tal vez, pueda ofrecerse «una pista de aterrizaje», o sea, un pacto con Catalunya aceptable por los sectores moderados. Este diseño presenta, sin embargo, un problema: el propio Mas, firmemente comprometido con el derecho a decidir. Con él no es imaginable un desenlace de esta índole.
El PSC también quiere tiempo. Pere Navarro debe, por una parte, reconstruir y reorganizar el partido, y, luego, reconectar el proyecto socialista con amplias capas de la sociedad. A Navarro no le convienen unas elecciones anticipadas. Sería un molesto contratiempo, como lo fue, y grave, tener que concurrir a las urnas el pasado noviembre con un partido convulsionado por fuertes movimientos internos.
Luego está ERC. Es el único partido que parece con el viento a favor y electoralmente al alza. Si imaginamos los futuros probables, en todos la vemos notablemente crecida. Los de Oriol Junqueras no planean hacer caer al president, aunque, claro está, tendrán que vencer la tentación de actuar solo en clave de partido y les costará facilitar la aprobación de los presupuestos de la Generalitat cuando estos, una vez conocido el límite de déficit que el Estado otorgue, se pongan sobre la mesa.
Junqueras es consciente de que la vía hacia un Estado propio pasa ineludiblemente por CiU y lo que esta representa. Su partido y él confían en que Mas mantenga el duro pulso con el Gobierno español. Con una CiU sin su actual líder, mermada y quizás dividida o atenazada por la disensión interna, el proyecto independentista tendría muy pocas opciones de prosperar, con lo que ERC, además de ver fracasado su proyecto, debería hacer frente a la gigantesca ola de frustración que se desencadenaría entre los ciudadanos.
Te equivocas, amigo Marçal. Cuando se pierden 10 escaños en unas eleciones lo único que vale es dimitir. Necesitamos a un President un poco más inteligente, no vale simplemente con querer la independencia. Ningún Estado imperialista nunca ha concedido la independencia a una parte del Estado, así lo dijo Fichte, un filósofo que ha escritro sobre el tema. Se puede soñar, claro, pero los “sueños, sueños son”.